El mar de Aral, que alguna vez fue el cuarto lago salado más grande del planeta, ha perdido más del 88% de su superficie, transformándose en un desierto tóxico que afecta a millones de personas. Ubicado entre Uzbekistán y Kazajistán, este cuerpo de agua pasó de cubrir 68.000 km² a menos de 8.000 km², dejando a su paso una crisis ambiental y sanitaria de proporciones catastróficas.
LEE TAMBIÉN EN CONCIENCIA 24.7:
- Verano y contaminación: llaman a reducir plásticos en playas
- El calor extremo podría volverse letal con un aumento global de 2 °C
- Siete humedales rurales de O’Higgins son estudiados para su conservación
"Es uno de los mayores desastres ambientales del mundo", afirmó Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación.
De mar de Aral a desierto de Aralkum
El lecho seco del mar de Aral se ha convertido en el desierto de Aralkum, cuyas tormentas de polvo cargadas de sustancias tóxicas afectan la calidad del aire, destruyen cultivos y contaminan el agua potable en un radio de hasta 800 kilómetros.
Un desastre ambiental provocado por el hombre
Entre 1960 y 1990, la Unión Soviética desvió los ríos Amu Darya y Syr Darya, que alimentaban el mar de Aral, para irrigar 7 millones de hectáreas de cultivos de algodón. Como resultado, el lago se dividió en varios cuerpos de agua más pequeños, aumentando sus niveles de salinidad a niveles extremos, destruyendo el ecosistema y colapsando la pesca.
El suelo seco del antiguo lago contiene fertilizantes, pesticidas y residuos de armas químicas, lo que ha sido vinculado a graves problemas de salud, incluyendo defectos congénitos en niños y enfermedades respiratorias crónicas en la población local.
"El polvo salino afecta no solo a la región, sino también a áreas tan distantes como el Himalaya y la cordillera del Pamir en Tayikistán, donde acelera el derretimiento de los glaciares", advirtió la NASA en un informe reciente.
Esfuerzos para mitigar la catástrofe
Ante la magnitud del desastre, gobiernos locales y organismos internacionales han intentado revegetar el lecho del lago para contener el polvo tóxico. Apoyados por la Unión Europea y USAID, científicos trabajan en la introducción de especies vegetales resistentes a la alta salinidad, con el objetivo de frenar la desertificación.
En 2005, Kazajistán construyó una presa para preservar la parte norte del lago, logrando un leve aumento del nivel del agua y permitiendo el regreso de algunas especies de peces. Sin embargo, el daño general es irreversible.
"Lo que ha sucedido con el mar de Aral es una advertencia clara para el mundo", enfatizó Thiaw. "Fenómenos similares ya ocurren en África, Medio Oriente, Europa, Australia y Estados Unidos, donde la crisis climática y la sobreexplotación del agua amenazan lagos y ríos esenciales para la vida".