Con el regreso a clases y las largas jornadas de estudio, muchos jóvenes recurren a las bebidas energéticas para mantenerse alerta. Sin embargo, esta solución rápida puede traer graves consecuencias para la salud. Según cifras del Ministerio de Salud, un 24,7% de los escolares ha consumido estas bebidas en el último año, exponiéndose a una mezcla potente de cafeína, azúcar y estimulantes que afectan el sistema nervioso y cardiovascular.
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La doctora Ana Claudia Villarroel, diabetóloga y nutrióloga del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, advierte: “Estas bebidas contienen una cantidad de cafeína equivalente a cuatro shots de espresso. Esto inactiva los neurotransmisores responsables de la relajación y obliga al cuerpo a mantenerse en un estado de alerta artificial”.
Además, el azúcar impacta el sistema de recompensa del cerebro, generando una sensación de bienestar temporal que puede llevar a una dependencia. “El cuerpo se acostumbra a esta estimulación, y cada vez se necesita más para lograr el mismo efecto”, explica Villarroel.
Efectos en el sistema nervioso y el corazón
El consumo de bebidas energéticas también estimula la liberación de adrenalina y noradrenalina, provocando una hiperestimulación del sistema nervioso. “Palpitaciones, nerviosismo, sensación de despersonalización e hiperalerta son algunos de los síntomas frecuentes”, detalla la especialista.
El doctor Alfredo Parra, médico internista del mismo hospital, alerta que estas bebidas pueden aumentar el riesgo de arritmias, dolor torácico y mareos, especialmente en personas con antecedentes cardiovasculares. También pueden generar deshidratación al ser consumidas durante la actividad física, sumándose a molestias digestivas como dolor abdominal y diarrea.
Impacto en la salud mental y combinación con alcohol
Los efectos no se limitan al cuerpo. En adolescentes, estas bebidas se han asociado a síntomas depresivos, crisis de pánico e incluso ideación suicida. “En mentes más susceptibles, la sobreestimulación puede generar efectos emocionales graves”, indica Villarroel.
Una de las prácticas más riesgosas es mezclar bebidas energéticas con alcohol. “Se produce un enmascaramiento de los efectos del alcohol. Al sentirse menos embriagados, las personas tienden a beber más, hasta un 30% más según algunos estudios”, advierte el doctor Parra.
Esta combinación potencia conductas de riesgo como manejar bajo la influencia del alcohol, y puede llevar a complicaciones como fibrilación auricular, taquicardia o daño hepático. También se agrava la deshidratación.
Un llamado a escuchar al cuerpo
En una sociedad que exalta la productividad y minimiza el descanso, los expertos invitan a los jóvenes a reflexionar sobre sus hábitos. “El cuerpo es sabio: si pide descansar, es por algo. Vivir en un estado de alerta constante no es sostenible”, concluye la doctora Villarroel.