Una boya con oídos inteligentes que "escuchan" todos los sonidos del océano y monitorizan el cambio climático podría ser la clave para evitar las colisiones de barcos con ballenas en peligro de extinción en su travesía desde la Antártida hasta el Ecuador.
El proyecto The Blue Boat Initiative decidió instalar el piloto en el Golfo de Corcovado, a más de 1.100 kilómetros al sur de la capital chilena, por ser uno de los lugares más ricos en el mundo en flora y fauna marina y donde busca alimento la mayor cantidad de ballenas azules, y otras en peligro como la Sei y la Franca, durante el verano austral.
"Esto es el principio de un camino más largo, queremos cubrir todo el Golfo de Corcovado para lo cual esperamos que mínimo se necesitan seis boyas y a partir de ahí no hay límites, la idea es poder cubrir toda la ruta migratoria de las ballenas desde la Antártica hasta el Ecuador", dijo Sonia Español, directora del proyecto.
La geografía local, llena de fiordos e islas, también genera un elevado tráfico marítimo, principal amenaza para los cetáceos que dependen de la emisión de sonidos para orientarse y buscar alimentos.
Sonidos del mar almacenados en el software Listening to the deep ocean (LIDO) permiten detectar la presencia de cetáceos y advertir su presencia en tiempo real a las embarcaciones cercanas para que éstas puedan reducir la emisión de ruidos y evitar una eventual colisión.
"Existe una base de datos muy importante, posiblemente la mayor que existe en bioacústica submarina en el mundo, que lleva más de 20 años grabando y procesando señales acústicas, sonidos bajo el agua en la mayoría de los océanos", dijo Michel André, Director del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politécnica de Cataluña y creador de la tecnología.
El experto explicó que la diferencia de esta boya con otras instaladas en diversas partes del mundo es que su tecnología de inteligencia artificial le permite trabajar en forma automatizada y en tiempo real para identificar el tipo de cetáceo y su ubicación, emitiendo la correspondiente alerta.
Por otra parte, Español acotó que el dispositivo contiene diversos sensores oceanográficos que permiten monitorizar la salud de los océanos en relación al cambio climático, lo que podría ayudar a producir políticas públicas.
Más de un millón de dólares ha requerido la iniciativa, fruto de ocho años de estudios y dos de desarrollo como proyecto, que es impulsada por la local Fundación Meri con el apoyo del Ministerio del Medio Ambiente chileno.
"Esta es una iniciativa que cristaliza muy bien varios de los objetivos que tiene el gobierno en cuanto a enfrentar la crisis climática, la de biodiversidad y la de contaminación", comentó a Reuters la ministra de Medio Ambiente, Maisa Rojas.
"Vamos a tener datos para poder tomar mejores decisiones, entonces es muy interesante que el sector privado vea esto como un beneficio para ellos también. Poder construir políticas públicas en base a evidencia me parece que es fantástico", agregó.