“Vivo en una especie de tensión entre el horror y la emoción, y creo que mucha gente en el movimiento climático experimenta lo mismo”.
En su obra más reciente, “No es demasiado tarde”, la escritora estadounidense Rebecca Solnit relata y recopila historias sobre cambio climático para mostrar que es posible ir “de la desesperación a la posibilidad”.
“La desesperación es una emoción que no debe confundirse con un análisis”, dice la conocida autora, que ha publicado más de 20 libros entre ellos “Los hombres me explican cosas”, “Esperanza en la oscuridad” y “De quién es esta historia”.
“Hemos ganado la batalla más grande para el movimiento climático: hacer que la gente haya despertado a la gravedad del problema y quiera ver cambios”.
Ante todo, agrega, debemos recordar la belleza y las interconexiones del planeta que heredamos, o corremos el riesgo de “olvidar por qué estamos luchando”.
BBC Mundo habló con Rebecca Solnit en el marco del Hay Festival Querétaro, que tiene lugar del 5 al 8 de septiembre.
Se ha referido al impacto emocional y mental de la crisis climática. ¿Cómo siente ese impacto en su caso personal?
Debo admitir que me siento sorprendentemente positiva, como esas personas que descubren algo terrible por primera vez y quedan abrumadas, y luego simplemente eso se convierte en una realidad con la que te enfrentas.
Un transeúnte que ve a una persona gravemente herida puede quedar realmente traumatizado por ver huesos rotos, pero un médico de urgencias ve eso todos los días y sabe que en muchos casos la persona volverá a caminar y estará bien.
La crisis climática es algo en lo que he estado pensando durante más de 20 años, y estoy apasionadamente comprometida con el tema.
Es verdad que tenemos un problema más grande que cualquier otro problema, un problema del tamaño de la Tierra, pero también tenemos un movimiento climático increíble con una historia de victorias, transformaciones y soluciones notables, la mayoría de las cuales no existían a principios de este siglo.
Y hemos ganado lo que creo que es la batalla más grande para el movimiento climático: hacer que la gente haya despertado a la gravedad del problema y quiera ver cambios.
La gente quiere ver el fin de la era de los combustibles fósiles, ver soluciones implementadas, ver que sus gobiernos e instituciones gasten dinero para ello. Esto no sucedía hace 15 años.
Así que vivo en una especie de tensión entre el horror y la emoción y creo que mucha gente en el movimiento climático experimenta eso.
En uno de sus artículos en que comparte herramientas que le han servido para actuar ante la crisis climática sin perder la esperanza usted aconseja: “Básate en los hechos, demasiada gente siembra desesperación diciendo que es demasiado tarde, pero como usted dice en el título de su más reciente libro “No es demasiado tarde”.
Una cosa que digo a menudo es que la desesperación es una emoción que no debe confundirse con un análisis. La historia está llena de personas que estuvieron en circunstancias terribles. Y aún así no se rindieron.
He aprendido mucho por ejemplo de los zapatistas: 500 años de genocidio de los indígenas no les impidió imaginar un mundo mejor, una situación mejor para ellos.
La idea de que es demasiado tarde es una excusa para no hacer nada.
Cuando miro a las personas en las comunidades en el frente de la acción climática en Brasil, en el Pacífico sur, en África, veo gente que comprende apasionadamente que lo que hacemos ahora importa.
Plantar esos árboles, detener la extracción de combustibles fósiles y acelerar la transición energética es importante.
Yo veo rendirse ante la crisis climática como un acto de quiebre de solidaridad. ¿Cómo puedo rendirme cuando la gente del Ártico y del Amazonas no se rinde?
Y además, literalmente, no es demasiado tarde: los científicos nos dijeron hace seis años que teníamos 12 años para cambiar la trayectoria. No hemos hecho lo suficiente en los primeros seis años, pero espero que hagamos mucho más en los próximos seis.
También sé que el cambio no es lineal; a menudo es explosivo, exponencial e impredecible. Así que no es demasiado tarde, porque sabemos exactamente qué hacer y cómo hacerlo.
Tenemos las soluciones, solo necesitamos implementarlas, construir un movimiento más fuerte que el que la industria de los combustibles fósiles y los gobiernos y medios de comunicación han mostrado.
Y, finalmente, algo que no mucha gente sabe es que si fuéramos neutrales en carbono podríamos estabilizar el clima y la vida en la Tierra para todos nosotros, incluidos los más vulnerables.
Las cosas no tienen por qué seguir empeorando.
Hay algunas cosas que no se detendrán, el hielo seguirá derritiéndose, pero si hacemos todo lo que podamos se derretirá mucho más lentamente que si no lo hacemos.
También ha dicho que el mundo tal como lo conocemos está llegando a su fin y que en el futuro miraremos hacia atrás a la era de los combustibles fósiles como una era de corrupción y veneno. ¿Podría explicar más esa idea del fin de lo conocido?
La Tierra no está llegando a su fin; la humanidad no está llegando a su fin, pero yo ya tengo edad suficiente y puedo decir que nací en un mundo en el que el colonialismo, el patriarcado, todo lo heteronormativo, el racismo, el capitalismo en esta parte del mundo estaban completamente normalizados.
Un mundo en el que casi no había lenguaje para siquiera pensar en el medio ambiente.
Soy un año mayor que el libro de Rachel Carson “Primavera silenciosa” (publicado en 1962).
Suelo citar ese famoso pasaje de Antonio Gramsci, el anarquista italiano, “el viejo mundo está muriendo y el nuevo mundo lucha por nacer: ahora es la época de los monstruos”.
La gente habla mucho sobre la muerte de los monstruos del viejo mundo, pero yo también estoy muy entusiasmada con el nacimiento de un nuevo mundo en el que se entienda que todo y todos somos parte de sistemas, sociales y ecológicos; un mundo que no esté tan centrado en la idea de que el individualismo y la competitividad son lo que nos mueve.
Un mundo que tenga una perspectiva mucho más inclusiva e igualitaria, con lugar para todo el espectro, particularmente de las ideas budistas no occidentales, las ideas indígenas, las que surgen de la ciencia que dicen que el mundo en realidad está mucho más impulsado por la colaboración, la cooperación y la mutualidad que por la competencia.
Por eso veo un mundo nuevo increíblemente hermoso y emocionante, al mismo tiempo que la devastación del viejo mundo del que aún no hemos salido y que incluye el caos climático causado por los combustibles fósiles y otras formas de destrucción.
Hemos visto el surgimiento de grupos como “Tercer acto” en Estados Unidos de activistas por el clima que son de la tercera edad. ¿Está esa generación comprometiéndose más con la acción climática?
Creo que personas de todas las edades, en todo el mundo, están cada vez más comprometidas.
Durante años, sucedía algo terrible cuando la gente decía sobre las marchas por el clima, "los jóvenes son tan increíbles, déjenlos hacer todo el trabajo".
Y es cierto, los jóvenes son increíbles, pero no tienen por qué hacerlo todo.
Por eso Bill McKibben fundó hace dos años Third Act, Tercer acto, específicamente para involucrar a personas mayores de 60 años. Me pusieron en el consejo asesor cuando tenía 59, y bromeo diciendo que cuando cumplí 60 lo entendí todo mucho mejor.
Mucha gente mayor de 60 años tiene tiempo y una energía que incluso las personas de 40 años no tienen. Y McKibben vio este enorme grupo que estaba siendo ignorado y que podía movilizarse.
Muchas personas mayores se sienten solas y muchos de los que se han involucrado aman ser parte de una comunidad.
La abuela de mi ahijado, que tiene 93 años, ahora es parte de Third Act Washington DC, y es fantástica.
Usted afirma que el movimiento climático es “un movimiento de movimientos”. ¿A qué se refiere?
¿Qué es el movimiento climático? Son organizaciones internacionales como Greenpeace, pero también organizaciones locales que se oponen a una refinería, o una terminal de gas natural licuado, o abogan por un mejor transporte público en su ciudad.
Hay ciertos problemas que tienen una solución única, por ejemplo, cuando existe una enfermedad y hay una vacuna para ella.
Pero la crisis climática, aunque se origina en gran medida por la quema de combustibles fósiles, también es causada por cómo cultivamos, cómo consumimos, cómo construimos nuestras ciudades y sistemas de transporte.
El cambio está sucediendo de muchas maneras: proteger los bosques, humedales, praderas es activismo climático; evitar la sobrepesca, proteger a las ballenas es acción climática, abogar por los derechos indígenas es acción climática.
Entonces, en ese sentido, es un movimiento de movimientos de una manera emocionante, pero también confusa.
Creo que la gente está muy acostumbrada a la simplificación excesiva y le abruma un poco el hecho de que no existe una única solución a la crisis climática.
Pero que no haya una solución única también significa que todos tenemos un papel y se trata a menudo de encontrar lo que más te gusta y te entusiasma. Algunas personas son muy buenas organizando, otras quieren unirse a una campaña, hay muchas piezas.
Otro consejo del que ha hablado a menudo es no olvidar la importancia de las consecuencias indirectas. Nos recuerda que a veces las acciones importan incluso cuando no logramos nuestro objetivo principal de inmediato. ¿Podría darnos un ejemplo?
Encuentro que la gente a menudo habla del activismo para cambiar el mundo como si fuera realmente una simple aritmética, o dos y dos son cuatro o te quedaste estancado y nunca llegaste a cuatro.
Y si tienen una protesta el martes y el gobierno el miércoles no hace lo que esperan, dicen que ha sido un fracaso.
Pero el cambio suele ser muy impredecible e indirecto.
Mi ejemplo favorito es la protesta en 2016 contra un oleoducto en Standing Rock (una reserva de nativos en los estados de Dakota del Norte y Dakota del Sur), de la que surgieron muchas cosas, entre ellas, que muchos jóvenes de los pueblos nativos estadounidenses sintieron que tenían poder, agencia, respeto y visibilidad.
En ese mismo contexto hay una historia fantástica: un grupo de veinteañeros se subieron a una camioneta en Nueva York y condujeron hasta Dakota del Sur.
Una de esas personas era alguien sobre quien en ese momento nadie, excepto amigos, familiares y compañeros de escuela y de trabajo, había oído hablar, una joven que quedó tan inspirada por lo que vio allí que decidió postularse para el Congreso y competir contra el tercer hombre más poderoso en el Partido Demócrata de EE.UU. que había sido elegido una y otra vez.
Y para sorpresa de todos, ella ganó y se convirtió en una figura poderosa. Estoy hablando, por supuesto, de esa magnífica joven líder latina, Alexandria Ocasio Cortez, quien luego introdujo el proyecto del Green New Deal (Nuevo Pacto Verde) en la Cámara Baja.
Gran parte de la desesperación de la gente proviene de la actitud de que "si no sucedió hoy, nunca sucederá", pero hay movimientos que persisten durante años, décadas, siglos. Hay personas que pueden ser muy influyentes después de muertas. Un libro, una idea, un héroe pueden ser un modelo para alguien.
Ver el cambio solo a corto plazo es una sobresimplificación y creo que eso conduce a la desesperación. Una comprensión de la imprevisibilidad, la complejidad, las consecuencias indirectas y el largo plazo conduce a la esperanza.
Me decía que cuando le pregunta a alguien qué está haciendo ante la crisis climática muchas personas responden, "volar menos", o "usar transporte público". Pero usted afirma que debemos ir más allá de lo individual y no caer en la trampa de la huella de carbono. ¿Cuál es esa trampa?
Hay dos cosas ahí.
A nivel conceptual, la huella de carbono nos dice que todo lo que somos es ser consumidores, lo que es una versión realmente reducida, triste y patética de quiénes somos.
Somos ciudadanos y no me refiero a que tengamos pasaporte y partida de nacimiento; quiero decir que somos ciudadanos de la Tierra, tenemos la capacidad de participar en procesos públicos.
Y luego, por supuesto, la verdad sobre el asunto de la huella de carbono es que a la industria de los combustibles fósiles le encanta, porque nos hace sentir que uno es personalmente responsable del cambio climático.
Lo que normalmente significa ser un consumidor que no consume tanto: apagar las luces, andar en bicicleta, reciclar lo que sea.
Pero eso no nos llevará a donde necesitamos estar en el tiempo necesario para hacerlo.
Necesitamos un cambio de sistema y que un gran número de personas se conviertan en activistas, que se comprometan profundamente, y parte de eso es que necesitamos desmantelar la industria de los combustibles fósiles.
Necesitamos desfinanciarlos, quitarles los permisos para perforar en México y Estados Unidos y en todas partes. Necesitamos la transición energética y todas las demás cosas de las que hablamos.
También ha criticado las propuestas de geoingeniería o de captura de carbono como otra distracción más
La geoingeniería y la captura de carbono son soluciones amadas por cierto tipo de tecnócrata, porque no les gustan la humildad, la modestia de las soluciones de energía eólica y solar y de transporte público con buen diseño.
Creo que podemos tener un mundo de abundancia, pero un tipo de abundancia diferente al que tenemos ahora, que es abundancia de cosas materiales, pero pobreza de esperanza, de solidaridad, de conexiones sociales, de salud para nosotros y la naturaleza.
Puedes tener un parque público, un gran sistema de bibliotecas, excelentes escuelas, en lugar de grandes casas privadas. En San Francisco puedes vivir en un apartamento pequeño pero tienes parques, teatros, espacios sociales y cosas así.
La captura de carbono básicamente no funciona; en realidad, parte de ella genera más emisiones de carbono de las que consume.
Creo que detrás de esas propuestas está en parte la psicología de cierto tipo de hombre al que le gustan las máquinas grandes y la centralización que creó la industria de los combustibles fósiles, donde unas pocas personas tienen tecnologías muy sofisticadas.
Pero sobre todo es sólo un intento de decir que podemos seguir quemando combustibles fósiles.
Es como decir que tienes una pastilla mágica que te permitirá seguir consumiendo veneno. Lo que necesitas es dejar de consumir el veneno y esto no es imposible. Es muy posible.
La mejor tecnología para la captura de carbono se llama árbol. Si realmente te importa la captura de carbono podrías simplemente proteger y sustentar bosques, humedales, pastizales, etc.
¿Existe el peligro de que en el nuevo mundo de energías verdes los países en desarrollo desempeñen un papel meramente de proveedores de materias primas como el litio?
Absolutamente existe ese peligro, aunque estoy entusiasmada con la búsqueda de mejores materiales para baterías (con menor impacto y más ampliamente disponibles), y es posible que el litio y el cobalto no sean tan importantes a largo plazo.
Otro de sus consejos para afrontar la crisis climática sin perder la esperanza es “no descuides la belleza”... Dice que "necesitamos contar historias sobre cuán hermosa y armoniosa es la Tierra que heredamos y tomar la belleza como un encargo sagrado, o corremos el riesgo de olvidar por qué luchamos”.
Es algo que todos anhelamos. Deberíamos reconocer ese anhelo y tal vez ese derecho a la belleza, pero la belleza definida de manera amplia.
En su libro sobre el asombro, el psicólogo Dacher Keltner habla de la belleza moral (ser conmovido por la valentía, la generosidad y el altruismo) y creo que es importante recordar que la belleza no son sólo las apariencias.
El próspero mundo natural es naturalmente hermoso, con los espacios verdes, el contacto con otras especies, el cielo nocturno y a las bellezas del cielo diurno.
Debemos recordar por qué estamos luchando. Es peligroso pasar todo el tiempo pensando en problemas y enemigos y perder la visión de lo bueno, lo bello y lo posible.
Creo que las personas en mi versión de “nosotros” están luchando por un mundo más hermoso, moral, ecológica y físicamente.
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