A Pony, una orangutana, la separaron de su madre al nacer, siendo capturada por uno de los dueños de un prostíbulo en Kereng Pangi.
Creció en cautiverio, en donde intentaron que se asemejara a una mujer, por lo que la depilaban completo, la vestían, le ponían joyas y hasta la maquillaban.
Los hombres que trabajaban en la zona, iban al prostíbulo, donde pagaban algunas monedas para abusar del animal.
Luego de recibir decenas de denuncias, 35 militares acudieron al lugar para rescatar al animal. Los habitantes del lugar se negaron a entregarlo y la dueña justificaba que Pony era un ingreso económico seguro para ella.
Pese a que no fue fácil, la Autoridad Central de Conservación y Recursos Naturales de Kalimantan (BKSDA), organizó un operativo de rescate, junto a la Fundación BOS, que finalmente terminó con el maltrato animal que vivía la pobre orangutana.
La rehabilitación fue muy compleja; Pony estaba atemorizada y cuando un cuidador se acercaba a ella, se orinaba.
Se llenó de picaduras y heridas al no tener pelo y éste tardó mucho tiempo en crecerle. Hoy en día vive en la isla de Borneo, en la Fundación BOS, dónde intenta llevar una vida similar a los otros animales de su especie.