El horno microondas es un aparato indispensable en las cocinas del siglo XXI debido a la rapidez con la que se pueden preparar y calentar las comidas, haciendo del tiempo una ganancia en la acelerada vida moderna.
Si embargo, existen posturas contrarias al uso masivo de este aparato, debido al traspaso energético de las ondas microondas a los alimentos, lo que podría perjudicar nuestra salud.
Así lo afirma el "Estudio comparativo sobre comida preparada de forma convencional y en microondas", de Raum & Zelt, donde se afirma que la comida de microondas contiene tanto moléculas como energías que no están presentes en la comida cocinada de la forma que los humanos lo vienen haciendo desde el descubrimiento del fuego.
Es importante señalar que las ondas microondas son una forma de energía electromagnética, similares a las ondas de luz o de radio y que ocupan una parte del espectro electromagnético de la energía. En esta época, las microondas se usan para emitir señales telefónicas de larga distancia, programas de televisión e información de ordenadores a través de la Tierra o a un satélite en el espacio, por cierto, en los hornos de microondas.
Dichas ondas producen por corriente alterna y fuerzan un billón o más de cambios de polaridad por segundo en cada molécula de alimento que golpean.
Una prueba práctica para notar el efecto de las ondas microondas en la sangre consistió en administrar a un grupo de personas vegetales y leche cocidos o calentados en este tipo de aparatos.
Todos los alimentos que fueron procesados usando microondas causaron cambios en la sangre de los voluntarios. Los niveles de hemoglobina descendieron y los niveles generales de células blancas y colesterol aumentaron. Los linfocitos disminuyeron.
Se emplearon bacterias luminosas (que emiten luz) para detectar los cambios energéticos en la sangre. Se encontraron aumentos significativos en la luminosidad de estas bacterias cuando se las expuso a suero sanguíneo extraído después de haber consumido alimentos cocinados en microondas.