Para quienes han perdido a un ser querido, esta época del año trae un silencio distinto, un eco que retumba en el corazón. La Navidad duele cuando falta alguien. Hay regalos sin destinatario, canciones que no queremos cantar. Y las luces, aunque brillan, sentimos que no alcanzan a iluminar la sombra que su ausencia ha dejado en nosotros.
La Navidad es uno de los pocos momentos del año en donde las personas que viven un duelo no pueden hacer “como si nada hubiese pasado”. Durante esta celebración, es imposible no darse cuenta de que hay una silla vacía en la mesa durante la cena, y que la pérdida, después de todo, es real. Y es real, porque la esencia de la Navidad se encuentra en la vida familiar, en compartir regalos, platos de comida, rituales y actividades.
¿Pero qué podemos hacer con esa silla vacía? Es comprensible, natural y humano querer escapar del dolor y si bien no podemos deshacernos de él, sí podemos manejarlo. “Por eso invitamos a las familias en duelo a planear la Navidad con anticipación y a reflexionar sobre lo que realmente quieren y necesitan hacer durante esta celebración”, explica María Ignacia Sandoval, psicóloga y coordinadora del Programa Contigo en el Recuerdo de Parque del Recuerdo.
La psicóloga cuenta que, debido a que hay un cambio en la celebración de la Navidad, la persona en duelo deberá generar nuevas tradiciones y mantener otras. Pero lo más importante es dar espacio para las necesidades de todos, es decir, permitir que algunos quieran poner el árbol y que los niños sigan recibiendo regalos, o solo cenar rápidamente. En ese contexto, es relevante también bajar las expectativas, porque es normal no poder conmemorar las fiestas de la misma manera en que se hacía anteriormente.
Es así como, para enfrentar el síndrome de la silla vacía y sanar las heridas, se recomienda brindarle un espacio específico a la persona fallecida en medio de la celebración recordándola con un pequeño brindis, ubicando una foto suya en su silla vacía en la mesa, guardando un pequeño minuto de silencio o dejando una vela prendida durante toda la conmemoración.
“Lo importante es dar un lugar y espacio al fallecido, porque aquello permite que la mente luego le dé espacio a algo más. Si no se le da el espacio, comienzan a haber estos ‘muros de silencio’ alrededor de la persona que ha partido; todos saben que algo falta, pero nadie hace ni dice nada. Todos ponen su esfuerzo en ‘hacer cómo si nada pasara’ y de ahí que el duelo es tan agotador, porque hacer como si nada, requiere mucha energía. Por eso, se recomienda dar un espacio grupal y personal a ese ser querido que ya no está físicamente”, detalla la psicóloga experta en duelo de Parque del Recuerdo.
María Ignacia agrega que, dar un espacio específico a nuestros seres queridos fallecidos nos permite abrirnos a nuevas posibilidades como estar con nuestra familia y amigos, jugar con los niños y dar regalos. Permite brindar un lugar a todo lo que consideramos importante.
“Sí, esta Navidad será diferente, y eso por supuesto que duele profundamente. Pero ese dolor también es un recordatorio de que esa persona importante si existió y si fue parte de nuestra vida, lo que aún nos da fuerza. Porque, aunque no estén aquí físicamente, el amor que sentimos sigue vivo. Ese amor nos acompaña, como un hilo invisible que une el pasado con el presente, conectando el recuerdo y la gratitud”, concluye la experta.