La vida de los pescadores, cazadores y recolectores en la costa de la árida región chilena de Atacama cambió radicalmente hace 3.800 años, cuando fue sacudida por un terremoto, hasta hora desconocido, que habría alcanzado 9,5 grados de magnitud, acompañado de un tsunami.
Las evidencias que apuntan a ese gran evento fueron recabadas por un equipo internacional liderado por investigadores chilenos y con presencia española, que publicó este miércoles sus resultados en Science Advances.
El líder del equipo, el arqueólogo de la Universidad de Chile Diego Salazar dijo a Efe que las evidencias disponibles, unidas a modelos matemáticos, señalan que el seísmo rondó 9,5 grados en la escala de Richter, lo que equivale al de Valdivia (Chile) en 1960, el más intenso registrado en la historia de la humanidad.
Establecer hipótesis fiables sobre lo sucedido en la costa de Atacama fue un largo y difícil trabajo con la participación de expertos de Chile, España (Universidad Rey Juan Carlos), Francia, Reino Unido, Australia y Brasil en campos como la geología, arqueología o sismología.
Salazar destacó que con esta investigación también se “busca reincoporar este evento a la memoria y la política pública nacional para contribuir a las políticas de manejos de desastres” en el norte costero de Chile.
El evento fue resultado de una ruptura de la costa de 800 a 1.000 kilómetros de longitud originada por las placas tectónicas de Nazca y Sudamérica, y el equipo centró su estudio en la zona entre Calderas y el sur de Iquique.
El terremoto, pero sobre todo el posterior tsunami, produjo “consecuencias bien devastadoras para las poblaciones que habitaban la costa en aquella época”, indicó Salazar.
Eran sociedades nómadas, pequeños grupos de cazadores, recolectores y pescadores, que basaban su subsistencia en la explotación de los recursos marinos, para lo que tenían una tecnología especializada con embarcaciones, arpones, distintos tipos de anzuelos, redes, lanzas y cuchillos.
Una sociedad que vivía en esas costas desde 8.000 años antes del evento y que, con diversas transformaciones, permaneció hasta el siglo XIX, cuando se perdió su lengua, cultura, mitología y costumbres.
Lo sucedido hace 3.800 años causó una alteración social excepcional, que se refleja en los cambios en los yacimientos arqueológicos y desencadenó estrategias de resiliencia, escriben los autores.
Ese es “el único momento en el que vemos una transformación brusca y profunda de sus estrategias de vida”, ya sea producto de la alta mortalidad por el tsunami, por el abandono de la costa o una combinación de ambas. “La evidencia es elusiva al respecto”, señaló Salazar.
Lo que sí demuestra es que, tras el tsunami, “hay menos sitios arqueológicos, más pequeños y menos densos, no hay cementerios y todo eso indica que hubo disminución poblacional significativa”.
Aquel suceso elevó la costa varios metros y lo que estaba siete metros bajo el mar, quedó como línea de playa, cambiando su fisonomía.
Las comunidades, que habían logrado una adaptación “muy exitosa” a la zona, decidieron cambiar sus asentamientos para ir a lugares más altos, “lo que es una experiencia de resiliencia”, aunque siguieron explotando la costa. Cambia su forma de usar el territorio para protegerse de futuras amenazas, explicó el arqueólogo.
Menos de mil años después del desastre, la población empezó a recuperarse y “creemos que seguían teniendo algún tipo de memoria, pues mantuvieron sus asentamientos y cementerios lejos de la costa y a mayor altitud”, señaló.
Unos 2.000 años después se volvieron a recuperar los lugares afectados por el tsunami. “Es posible que la memoria se perdiera o la sensación de peligro disminuyera”.
Con esta investigación, agregó el científico, “quisiéramos contribuir a incorporar a la memoria la ocurrencia de este evento muy violento, que incentive a que la gente tenga un visión del riesgo distinta a la que tiene hoy”.
El terremoto más fuerte del que se tenía constancia en Atacama fue en 1877, con un magnitud estimada de 8,8 grados. De ello hace menos de 150 años, mientras que los procesos geológicos ocurren en escalas de miles de años.
Salazar consideró que la “política pública debiera considerar la probabilidad de ocurrencia de terremotos de la magnitud que estamos proponiendo” en la costa norte de Chile y “eso significaría probablemente, en algunos casos, modificar los planes de riesgo ante un desastre natural”.
Estos terremotos de subducción se producen porque una placa tectónica se va metiendo lentamente bajo otra y se va acumulando tensión, que de pronto se suelta.
Desde 1877 han ocurrido pequeños seísmos, que -indicó- "no han liberado toda tensión acumulada, la cual, en algún momento, no sabemos cuándo ni con qué magnitud, se acabará liberando”.