Un 12 de octubre del año 2010 comenzó una de las mayores proezas en el último tiempo de que se tenga registro, 35 días después de que se encontraran con vida a los 33 mineros de la mina San José, comenzaban las labores de rescate para poder reunirlos con sus familias.
Los mineros atrapados en un derrumbe se mantenían a la espera de ser encontrados. Racionaron sus alimentos intentando aguantar lo más posible, hasta que una de las sondas utilizadas desde la superficie dio con el grupo.
En ese momento, amarraron serie de papeles y pintaron partes de los fierros para que se supiera que se encontraban vivos. Entre ellos se encontraba el famoso papel con la consigna "Estamos bien, en el refugio. Los 33".
Según recordó el ex ministro de Minería, Laurence Golborne, una vez encontrados se instalaron tres sondas, una de las cuales era utilizada para llevarles los alimentos y medicamentos, otra para la instalación de energía eléctrica, oxígeno y fibra óptica para mantener contacto directo con ellos y el tercero que fue utilizado para el rescate.
Una de las mayores dificultades que existía según explicó Jean Romagnoli, médico a cargo de este procedimiento, fue el no tener los historiales médicos de los mineros, sin saber su estado cardíaco, además de que por las sondas no ingresaba ningún sistema que les pudiera realizar un electrocardiograma.
En tanto, en la superficie, lo que comenzó como una pequeña concentración de familias se convirtió en un gran campamento en donde se concentraba la prensa, los equipos especializados, familiares y curiosos que esperaban que toda esta historia tuviera un buen desenlace. El bien llamado "Campamento Esperanza", era lo que les esperaba a los hombres confinados a 700 metros.
Golborne contó que una vez se logró tener el túnel hecho, "ya teníamos la cápsula en terreno, y teníamos equipos que estaban entrenándose".
También se tenía en cuenta las dificultades en un rescate inédito, dentro de la misma cápsula se contaba con un sistema de autorescate, para poder volver a subir a través de cuerdas, ya que la principal preocupación de los rescatistas era que esta se trabara una vez que se iniciara el ascenso.
El descenso
La tensión comenzó a crecer en el "Campamento Esperanza". El nerviosismo de los rescatistas y autoridades se sumaba a algunos enfrentamientos menores entre familiares de los mineros y la prensa que buscaba captar hasta el último detalle de un hecho histórico.
Manuel González, el primero de los rescatistas en descender contó que "habían nervios, ansiedad más que nada, porque cuando el momento se acercaba, queríamos ir luego".
Una de las principales preocupaciones del equipo médico era el estado de salud al momento de ser sacados de la mina. Romagnoli señaló que "evidentemente no sabíamos que tan nerviosos se podían poner o que tanto les podía subir la frecuencia cardiaca, sobretodo en el momento del rescate".
Al momento de bajar, Manuel señaló que tenía "hartas sensaciones, uno se acuerda de la familia, de los que o están. Me acordé mucho de mi padre que esta allá arriba cuidando", agregando que tenía como misión ver "cómo estaba el tiro, cómo se comportaba la cápsula y enviar esa información a penas llegara".
Al tocar fondo los cánticos de la gente se hicieron sentir en la superficie. Abajo Manuel fue recibido con abrazos de parte de los mineros que también celebraban este hito.
"Me tuve que poner un poquito duro porque a ellos los vi quebrados", dijo el primer rescatista.
Poco antes de la media noche el capataz, Florencio Ávalos, fue el primer minero en subir y reunirse nuevamente con su familia ante la mirada atónita de todo el mundo, quien era calificado como uno de los más hábiles del grupo, siendo el que tenía las mayores posibilidades de resolver algún problema en ela ascenso.
En la superficie solo se escuchaba el ruido del motor de la máquina que subía al minero, durante los17 minutos que duró su subida. Una vez en la superficie la celebración fue total. Autoridades, rescatistas, familiares y todos los habitantes del Campamento Esperanzas aplaudían el éxito de la misión, el cual ya en ese momento se supo que estaría asegurado.
El carismático y querido Mario Sepúlveda fue el segundo en subir. "En mi vida había tenido más miedo que ahí. Chile es un país sísmico, a medida que voy avanzando me voy acordando de la historia de nuestro país. Decía yo, un terremoto a 300 metro, queda atrapada esta cagá y me muero luego de estar tantos días muerto de hambre", contó el minero.
Manuel contó que le preguntó al resto mineros porqué Mario fue el segundo en salir, ante lo cual le respondieron que "ya nos tenía enfermo" entre risas.
Una vez fuera de la Mina San José, Mario saltó a la fama mundial luego de realizar el "C-H-I" con los demás rescatistas y autoridades que se encontraban presenciando la misión. "Siempre nos dijeron que iba a haber un protocolo, pero chao, yo salí nomás. Hay que hacer que Chile respire" dijo Sepúlveda.
Tras esto, la jornada del 13 de octubre avanzó viendo salir a cada uno de los mineros restantes, reuniéndose con sus familias. Saludos llegaban desde distintos puntos del planeta e incluso, fuera de este.
Luego de ser rescatados, los mineros visitaron distintas partes del mundo gracias a invitaciones de canales y agencias que querían tener un poco más cerca la historia que superó lo imposible, de la cual se escribieron libros e incluso se rodó una película, cuyo presupuesto superó los 26 millones de dólares