Pocos saben que la madrugada del 11 de noviembre de 1922 un terremoto de 8,6 Richter y posterior tsunami azoto al norte del país arrasando las costas de Coquimbo y La Serena. Fue el tercer más grande de la historia de nuestro país y dejó cerca de dos mil muertos.
Los años no borran esa madrugada. Elba Quiroga es una de las pocas testigos con vida de una de las peores catástrofes naturales que se recuerden en Chile. “Las casas estaban todas rotas. Mi mamá me decía ‘Elba, tanto que peleamos por nuestras cosas’”.
“Unos 20 minutos después la gente se percató de que el mar había hecho una entrada”, dice Gonzalo Tapia, historiador de Coquimbo.
Fueron tres los trenes de olas que alcanzaron los ocho metros de altura destruyendo todo a su paso. “Botes pequeños, lanchones quedaron en la carretera. En La Serena, un poco más hacia la cordillera, a esa altura”.
“En las partes bajas de Coquimbo, principalmente en la zona de ferrocarriles, desbordó con facilidad e inundó, volteó carros de trenes y destruyó casas”, dice Marcelo Lagos, geógrafo de la UC.
El fotógrafo Mauricio Toro logró recopilar los únicos dos registros de la catástrofe. “Está muy bien fechado. Lo complejo es que sus originales estaban en placas de vidrio y hubo que hacer un trabajo bien particular”, dice.
“El terremoto fue devastador. Se llevó gran parte del centro”, recuerda.