Hace 15 años, en un sitio eriazo cercano a la población Marta Brunet, en Puente Alto, un perro transportaba en su hocico un resto humano. Comenzaba así la historia de Hans Pozo.
"Me acuerdo que me llamó el fiscal de turno, comentándome que se había encontrado, a través de la denuncia de un vecino, que había visto a su perro con un pie humano en las fauces. Ese fue el día uno del caso Hans Pozo", recuerda el fiscal Pablo Sabaj, quien estuvo a cargo de la investigación del caso.
"Me acuerdo cuando apareció una mano. La forense me dijo que le había medido la temperatura, y estaba inferior a la temperatura ambiente", describe el fiscal. "En ese momento, tuvimos la certeza, con ese hallazgo, que se trataba de una persona que estaba repartiendo partes de un cuerpo que tenía almacenado en algún tipo de frigorífico, en días distintos", agrega.
Por su parte el coronel (r) Miguel Ángel Castro, del OS9 de Carabineros, destaca: "Es muy impresionante la crueldad del hecho. Yo participé en la gran mayoría de los hallazgos y peritajes y realmente fueron hechos con mucha crueldad".
UN DETALLE CRUCIAL
Las diligencias investigativas no lograban dar en un primer momento con la identidad de la persona encontrada, puesto que el homicida se había asegurado de no dejar rastros en lo órganos.
"Partimos de una premisa falsa tratando de identificarlo, porque buscábamos en las presuntas desgracias (...) Pero estábamos en mal camino, porque nunca nadie denunció la desaparición porque Hans era una persona en situación de calle", sostiene Sabaj.
Tras diez días de peritaje, hubo un detalle que resultó ser crucial para identificar a Pozo: un tatuaje.
Sabaj detalla que si bien el autor del crimen le sacó los tatuajes que Pozo tenía en los brazos, igual quedó uno que tenía en una de sus piernas. "Se notaba que era artesanal, de cárcel. A partir de eso, comenzamos a entrevistar a distintos reclusos y uno nos dijo que podía ser "el rusio", sin nombre", afirma.
Luego de confirmar que se trataba del cuerpo de Hans Pozo, comenzó la búsqueda de su asesino.
"Recibió dos disparos en la nuca estando agachado y después de eso, con una inmensa frialdad, fue cercenado en múltiples trozos que fueron sellados, guardados y refrigerados", detalla Castro, resaltando que las bolsas plásticas en que se encontraban las partes del cuerpo resultaron fundamentales para encontrar al presunto homicida.
"Logramos identificar a la persona que vendía estas bolsas y que se las había vendido a Jorge Martínez, que tenía una heladería y a un familiar que tenía una carnicería", recuerda.
¿QUIÉN ERA MARTÍNEZ?
Las pesquisas llevaron a Carabineros hasta Jorge Martínez Arévalo, un comerciante y funcionario municipal de La Pintana que aparentemente vivía una doble vida, y que mantenía una relación con Hans Pozo.
"Cuando concurre la policía a la heladería, él se suicida", recuerda Sabaj.
Con el paso del tiempo el fiscal reconoce: "Han pasado más de 15 años y solo he podido reafirmar que cuando trabajan las dos policías (PDI y Carabineros) en forma paralela, en el mismo caso se generan presiones que en nada facilitan el esclarecimiento de los hechos".
UNA PRUEBA MÁS
En la heladería de Martínez, específicamente en el subterráneo, el OS9 determinó que se encontraron dos marcas que correspondían a las balas que mataron a Pozo y que eran de la misma arma con la que se suicidó Martínez.
Castro detalla que en el lugar encontraron una prueba más. "En el auto de Martínez encontramos sangre en el asiento trasero. El ADN demostró que era de Hans Pozo", afirma.
El oficial a cargo del grupo especial del OS9 no tiene dudas sobre la culpabilidad de Martínez: "Todos los medios de prueba, la tecnología que teníamos en ese momento, logra identificarlo como el autor material de este hecho", señaló. A pesar de ello, señaló tener dudas respecto a la participación de otros involucrados en la comisión del crimen.