La histórica sequía que vive el río Po, el mayor y más caudaloso de Italia, amenaza con graves consecuencias no solo para el próspero norte que recorre, sino para todo el país, dada su enorme influencia en la economía italiana.
Su cuenca "representa el 35% de la agricultura, el 55% de la ganadería, el 55% de la hidroelectricidad, y es sin duda un motor de la economía italiana", explica a EFE Paride Antoline, presidente de la Orden de Geólogos de Emilia Romaña, una de las cinco regiones que la forman junto a Piamonte, Lombardía, Véneto y Friuli Venecia-Julia.
Después de que la sequía causara el año pasado pérdidas agrícolas de unos 6.000 millones de euros, según las asociaciones de ganaderos y agricultores, el próximo verano se presenta aún más complicado.
"Para todos los usos del agua, mas allá del mantenimiento del ecosistema", incide Gian Luigi Rossi, investigador de la Agencia Nacional para las Nuevas Tecnologías, la Energía y el Desarrollo Económico Sostenible (ENEA).
UNA SEQUÍA HISTÓRICA
"Nunca, en los últimos cincuenta años, el Po ha estado tan seco", según Antoline.
Y recurre a la historia para explicar la crisis actual: "Si leemos en las crónicas del pasado, descubriremos que en julio de 1530 la gente cruzaba el río a pie", mientras que en "el verano de 1811, el enorme calor hizo que se secara, hasta el punto de que 'hombres, carros y caballos pasaban por el río como si fuera una carretera'".
En los últimos 30 años, la disminución de las precipitaciones ha reducido el caudal medio en un 20% durante el año y un 45% en verano, con mención especial para lo sucedido de enero a agosto pasados, cuando cayeron un 35%.
"La situación en este momento es particularmente crítica" porque "fundamentalmente en los últimos dos años, una casi total escasez de precipitaciones" ha llegado "al punto de reconvertir" la fisonomía del río, señala a EFE Rossi.
"Este tramo, donde el Po confluye con el Ticino, y que en esta estación debería estar rebosando agua, se ve casi totalmente seco", explica gráficamente en medio de un paisaje desolado por la sequedad.
CAMBIO CLIMÁTICO: SEQUÍA, PERO TAMBIÉN ALUVIONES
La sequía ya obligó el verano pasado a reducir drásticamente el uso del agua del Po, para riego y para consumo, algo que se repetirá este año, aunque se trata solo de parches ante el problema de fondo: el cambio climático.
"Necesitamos medidas de adaptación al cambio climático, que de momento tardan en llegar, sabemos lo que hay que hacer, las autoridades responsables han enmarcado el problema, pero aún estamos al principio", relata Antoline.
La Confederación Hidrográfica del Po, que avisó de que la situación del río es ya de "sequía extrema", trabaja en "medidas de planificación estratégica", como el retorno del curso del agua a su estado natural, la gestión de la vegetación en el cauce o la vigilancia y control de los terraplenes.
Antolini también alerta del "impacto probable en las inundaciones" y recuerda que "la longitud de los diques del Po ha pasado de menos de 1.000 km en 1850 a casi 2.500 en la posguerra" y "al mismo tiempo se ha producido un aumento de las alturas hidrométricas".
Es evidente que la situación "es un efecto del cambio climático, junto a la reducción de las precipitaciones, pero no tenemos indicaciones de que si esto concluirá con otro año desgraciado o si nos encaminamos a una carencia de agua generalizada", resume Rossi.
¿HACIA LA AGRICULTURA TROPICAL?
La solución pasa por "encontrar el modo de reducir el consumo de agua, pues las grandes ciudades de la Padania la toman del Po, como Turín", sin olvidar el enorme impacto económico en la agricultura.
"El agua es utilizada fundamentalmente para la irrigación", sostiene el investigador, al explicar que la sequía está afectando los arrozales del Vercellese, el Novalese (Piamonte) y el Pavese (Lombardía), "donde este año se ha plantado mucho menos en previsión de problemas de agua".
Las regiones de Lombardía y Piamonte producen el 93% del arroz de Italia, mientras que de Emilia Romaña procede la denominación de origen de la "Delta del Po", entre las que figuran algunas de sus variedades más famosas, como el carnaroli o el arborio.
En una zona donde también es importante el cultivo de maíz, que también necesita enormes cantidades de agua, la crisis aconseja reducir el riego: "Debemos encaminarnos hacia cultivos más tropicales", apunta Rossi.
Pero Antolini matiza que "aunque se habla de orientar la agricultura hacia cultivos menos exigentes en agua, detrás de cada uno de los actuales, como en el caso del arroz, pero también de la fresa o el kiwi, hay una cadena de suministro consolidad que da trabajo a miles de personas".