Con el traslado del féretro del papa Francisco a la basílica de San Pedro, comienzan los tres días de velatorio público antes del funeral, que se celebrará el sábado en la plaza y en el que se esperan decenas de miles de fieles.
Tras su llegada, el féretro fue puesto, como indican las normas, en la nave central de la basílica de San Pedro, cerca de la tumba del primer apóstol. La regla dice explícitamente que “el ataúd es colocado ante el altar de la Confesión, de cara al pueblo".
Entonces comenzaron a entonarse las llamadas “letanías de los santos”, a las que se responde con la frase “ruega por él”, ante la presencia de cardenales, obispos y el personal del Vaticano.
Los restos se exponen en la basílica vaticana, porque allí “ha ejercido a menudo su ministerio de obispo de la Iglesia que está en Roma, y de Pastor de la Iglesia universal” y permanecerán varios días para que puedan despedirse los peregrinos que lo deseen.
Hasta 1958, cuando falleció Pío XII, eran velados en la Capilla del Santísimo Sacramento y no se les reservaba a los fieles esta oportunidad, recuerdan en el libro "Cónclave" el periodista Javier Martínez-Brocal y el sacerdote José de Jesús Aguilar.
Después de los tres días de velatorio en la basílica de San Pedro, el ataúd del papa se cierra durante una ceremonia privada, preferiblemente celebrada en la víspera del funeral.
Antes de cerrarlo, deberán cumplirse una serie de gestos en un ritual en presencia del camarlengo, los tres cardenales que encabezan el orden episcopal, presbiteral y diaconal; el arcipreste de la basílica en la que es enterrado, el cardenal que ejercía como secretario de Estado y el vicario del papa para la diócesis de Roma.
Además, se suman el sustituto de la Secretaría de Estado, el prefecto de la Casa Pontificia, el Limosnero del papa, el vice camarlengo, una representación de canónigos de la basílica y de los penitenciarios, el secretario del papa y los familiares del difunto.
El maestro de ceremonias habrá redactado un acta oficial "que recuerda la vida y obras más importantes del difunto, por las que se darán gracias a Dios".
Durante la ceremonia, se leerá el texto en voz alta, y algunos presentes firmarán dos copias del documento. Una de ellas será introducida en un tubo “de metal” -en el pasado el metal era plomo-, con el sello de la Oficina de Ceremonias Litúrgicas del Pontífice, y el otro, será conservado en el archivo de este departamento.
También se cubre el rostro del papa difunto con un velo blanco de seda, “con la viva esperanza de que él pueda contemplar el rostro de Dios Padre, junto a la beata Virgen María y a los Santos”.
El maestro de ceremonias también depone dentro del ataúd una bolsa de tela con monedas acuñadas durante el pontificado, que, según la costumbre, señalan su duración: una de oro por cada año, una de plata por cada mes extra desde el aniversario de su elección; y otras más de bronce, por los días.
"Por ejemplo, para recordar los 7 años, 10 meses y 9 días que duró el pontificado de Benedicto, se introdujeron siete medallas de oro, diez de plata y nueve de bronce", se indica en el libro.