"Las balas de goma que utiliza la policía nos marcan la cara y la cara es algo que no se puede ocultar".
Leidy Cadena dice esta frase con serenidad, pero con la fatiga de quien ha transitado un camino largo y doloroso desde que, en medio de las manifestaciones del paro nacional en Colombia en abril 2021, perdió la visión en su ojo derecho.
Y efectivamente, la marca que lleva en el rostro no se puede esconder.
Tres años después, Cadena es la protagonista de una campaña adelantada por cerca de 30 organizaciones no gubernamentales, como Amnistía Internacional y la ONG colombiana Temblores, que aboga por un tratado internacional que prohíba el uso policial de armas menos letales, como las pistolas de bala de goma o los gases lacrimógenos, entre otras.
En Colombia, se ha hecho un esfuerzo para reformar el Escuadrón Móvil Antidisturbios, conocido como Esmad y concebido como una unidad de la policía nacional para la intervención de control de disturbios y multitudes.
Por caso, tras la llegada de Gustavo Petro a la presidencia en 2022, se dieron los primeros pasos: se ha suspendido el uso de la escopeta de perdigones y el cuerpo fue renombrado como Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden.
Sin embargo, la policía colombiana ha señalado en distintos comunicados que el uso de este tipo de armamento "está permitido por Naciones Unidas".
En otros países como Chile y Perú, donde también se han registrado casos de lesiones oculares severas entre manifestantes causadas por armamento de la policía, se han dado intentos de reformar la policía antidisturbios, pero sin resultados concretos.
Naciones Unidas ha publicado distintos manuales donde señala que el uso de este tipo de armas (que deben ser llamadas "menos letales") debe darse únicamente "con arreglo a estrictos criterios de necesidad y proporcionalidad y en situaciones donde otras medidas menos nocivas sean manifiestamente ineficaces, o hayan demostrado serlo, para contrarrestar la amenaza", según detallan en su informe "Sobre el empleo de armas menos letales en el mantenimiento del orden".
Para Leidy Cadena, el impacto de la bala fue el inicio de su activismo.
La joven le contó a BBC Mundo cómo perder la vista en un ojo la llevó a ser parte de esta campaña internacional para que las autoridades dejen de utilizar estas armas.
Una vida familiar
Mi nombre es Leidy Natalia Cadena Torres, tengo 25 años y soy colombiana.
Mis padres habían llegado del campo muy jóvenes y se habían instalado en Bosa, que es un barrio popular ubicado en el sur de la capital, Bogotá.
Cuando estaba en el primer semestre de la universidad estudiando Psicología, en 2017, me encontré con varios amigos que usualmente salían a marchar por las calles de Bogotá para exigir el fin de las corridas de toros. A los pocos meses salió una sentencia que las prohibía.
Entonces me di cuenta que salir a la calle servía.
Y eso me hizo tomar dos decisiones: primero, cambiarme de carrera: me pasé a Ciencias Políticas. Y dos, salir a la calle a pelear por nuestros derechos. Yo especialmente salía a marchar por la educación pública.
Como vivía en un barrio popular, pude ver cómo la pandemia del covid-19 afectó a muchas familias vecinas. Me tocó ver muchos trapos rojos colgados en las ventanas (los trapos rojos eran una manera de marcar que en esa casa faltaba comida y se vivía una situación precaria).
La tensión que se vivía por aquellos meses era palpable. Entonces comenzó el paro nacional que iba a ser histórico.
Y llegó ese 28 de abril de 2021 que me iba a cambiar la vida
"No vayas"
Muchas personas me habían advertido que no fuera a la marcha del 28 de abril. Y esos temores tenían una base bien sustentada, especialmente por dos muertos previos en el contexto de marchas de protesta.
El primero de ellos fue Dilan Cruz. Había ocurrido antes de la pandemia, en noviembre de 2019, precisamente en una marcha en Bogotá por la educación pública.
Cuando estaba en mitad de la movilización Dilan recibió un disparo de un policía del Esmad. Lo llevaron vivo al hospital, pero falleció a los pocos días. Pues yo estaba cerca del lugar donde le dispararon a Dilan, había pasado unos minutos antes por ese mismo lugar.
Así que, cuando convocaron a la primera marcha tras la interrupción de la pandemia, mi familia, especialmente mi mamá, no estaban muy convencia de que yo asistiera. De hecho, mi mamá me pidió que no fuera.
Pero en el barrio donde yo vivía había visto demasiados trapos rojos. Yo sentía que tenía que salir a marchar por esas personas a las que las medidas del gobierno (para ser más precisos, la propuesta de una reforma tributaria del expresidente Iván Duque) los estaba afectando directamente.
La marcha de ese 28 de abril fue normal, pacífica. O sea, la mayor parte del tiempo y pese a que se sentía una tensión en el ambiente, no hubo problemas.
Pero cuando ya nos dírigíamos hacia la plaza de Bolívar, donde iba a terminar la marcha, se dio un enfrentamiento con el Esmad.
Yo comencé a correr junto a mi novio para evitar el enfrentamiento. Entonces me encuentro con un tipo del Esmad que me dice: “Váyanse, Váyanse”.
Y lo siguiente que siento es un golpe de calor muy fuerte en mi rostro. Y que no podía ver.
Sebastián, mi novio, me calmó un poco y comenzamos a buscar a alguien que nos llevara a un hospital. Comencé a sangrar por mi ojo derecho mientras el caos se apoderaba de toda la calle. Ya había recuperado la vista de mi ojo izquierdo después del shock y sabía que algo muy grave había pasado con el otro ojo.
Recordé a Dilan. Recordé a las decenas de personas que habían perdido la vista por una de esas balas de goma que utiliza la policía en estas manifestaciones.
Ahora yo era una de ellas.
Lo curioso es que nuestro primer impulso fue buscar ayuda en un CAI (una especie de comisaría de la policía) porque en nuestra cabeza siempre esta esa idea de que la Policía estaba para ayudar.
Pero allá nos dijeron que no había manera de conseguir una ambulancia. Que buscarámos en otra parte.
Mi novio logró divisar una ambulancia en una calle cercana, entonces nos pusimos al frente para que nos llevara al hospital.
Destrozar una manzana
Una bala de goma estándar, como la que utilizan muchas divisiones antidisturbios de las fuerzas policiales alrededor del mundo, se dispara normalmente a una velocidad promedio de 80 metros por segundo.
A pesar de que es considerada una munición no letal, se ha demostrado que una bala de goma de 37 milímetros disparada a la mitad de esa velocidad puede destrozar una manzana.
Y si es capaz de pulverizar una manzana, que es considerablemente más grande y robusta que el globo ocular, imagínese lo que la bala hizo con mi ojo.
Los médicos intentaron todo lo posible para que no perdiera la visión en ese ojo, pero no pudieron. Lo que hicieron fue dejarme lo mejor posible el globo ocular y de esa forma hacer que pueda tener una prótesis menos invasiva.
Ese día solo perdí un ojo… y el miedo. Se lo dije a mi mamá y a las personas más cercanas: yo iba a seguir peleando porque nada peor me podía pasar.
Terminé mi carrera de Ciencias Políticas y comencé con una campaña, que es de algún modo personal: que la policía deje de usar esas armas, llamadas no letales, para controlar movilizaciones sociales.
Esas armas, solo en Colombia, dejaron más de 117 personas con algún tipo de lesión ocular durante el paro nacional.
Ocurrió algo parecido durante las movilizaciones sociales en Chile y en Perú: decenas de personas que quedaron con una marca.
Porque eso es lo que pasa con este tipo de armas: las llaman no letales, pero dejan marcas imborrables en la cara. Es una cicatriz en tu rostro, y tu rostro no lo puedes esconder.
Una herida en el brazo o en las piernas la puedes tapar con la ropa. Pero en la cara no.
Es un acto de violencia que deja marcas, por eso su uso debe ser limitado. Debe existir un tratado internacional para que los distintos cuerpos de policía no las utilicen o recurran a otros métodos menos violentos, porque - como muchos de esas entidades señalan- el uso de esas armas está autorizado dentro de los protocolos internacionales.
Esas marcas también impactan en la mente de las víctimas.
En este proceso he conocido a varias personas que se han quitado la vida porque no superan el acto de violencia de que te destrocen el ojo simplemente porque estás defendiendo, en muchos casos de forma pacífica, tus derechos.
Esas balas de goma que ellos llaman no letales pueden llegar a acabar con la vida de una persona.