Como si de una película de ficción se tratara, el mundo tecnológico lleva días observando los turbulentos movimientos al interior de OpenAI, la empresa que maneja el revolucionario chatbot ChatGPT.
Y la persona que está en el ojo del huracán es una de las estrellas más brillantes de la floreciente industria de la inteligencia artificial: Sam Altman.
El cofundador de OpenAI fue despedido el pasado viernes 17 de noviembre de esta compañía, en una decisión calificada como sorpresiva, repentina y dramática.
La firma de Silicon Valley explicó que su destitución ocurría por una situación de pérdida de confianza pues determinó que Altman “no fue consistentemente sincero en sus comunicaciones” con los directivos, “lo que obstaculizó su capacidad para ejercer sus responsabilidades”.
Luego de un fin de semana caótico en el seno de esta organización tecnológica -con amenazas de renuncias masivas por parte de su personal- este lunes Microsoft (el mayor inversor de OpenAI) anunció la contratación de Altman para liderar "un nuevo equipo de investigación avanzada".
Pero solo 48 horas después de ese anuncio, OpenAI comunicó que había acordado con Altman su regreso como director ejecutivo. El acuerdo, dijeron, contemplaría también el nombramiento de nuevos miembros de la junta directiva que lo despidió.
Pero ¿quién es este programador estadounidense de 38 años, actor clave en el desarrollo de la inteligencia artificial, que con sus últimos movimientos tiene tan consternado al mundo tecnológico? Aquí te lo contamos.
Primeros pasos
Samuel H. Altman creció en Missouri, Estados Unidos.
Aprendió a programar y a desarmar una de las primeras computadoras de Apple, la Macintosh, cuando tenía 8 años, según contó en una entrevista con The New Yorker.
Altman dijo en esa misma entrevista que tener una computadora le ayudó con su sexualidad, gracias a las conversaciones y grupos en los que pudo participar durante su adolescencia.
A los 16 años les contó a sus padres que era gay y luego lo dijo abiertamente en el colegio en el que estudió.
Ingresó a la Universidad de Stanford, en California, para estudiar informática, pero no terminó la carrera.
Un caso similar al de Bill Gates y Mark Zuckerberg, quienes abandonaron sus estudios de Harvard antes de convertirse en dos de los directores ejecutivos más influyentes de la historia.
Junto a unos amigos, Altman decidió dedicarse por completo a desarrollar su primera idea, Loopt, una aplicación para compartir la ubicación con otras personas.
Estamos hablando del año 2005, mucho antes de que existiera WhatsApp y casi a la par que la aparición de Facebook.
Loopt no tuvo mayor trascendencia, pero sí sirvió de trampolín para lanzar la carrera de Altman como empresario y le abrió las puertas al mundo de las grandes inversiones tecnológicas.
Y es que una de las compañías que apoyaron a Loopt en sus inicios fue Y Combinator (YC), una de las más prestigiosas y exitosas aceleradoras de startups que invirtió en innovaciones como Airbnb y DropBox.
Altman vendió su primer proyecto por más de US$40 millones, lo que le permitió expandir sus áreas de interés e invertir en varias de las ideas bajo el paraguas de YC, a la que llegó a presidir entre 2014 y 2019.
Fue en ese período en el que junto con Elon Musk creó OpenAI, una compañía que le permitió sumergirse en un mundo que le generaba fascinación y temor por igual: el de la inteligencia artificial.
"O esclavizamos a la inteligencia artificial o nos esclavizará a nosotros"
OpenAI es una compañía de investigación cuya misión es, según dice en su página web, asegurarse de que "la inteligencia artificial beneficie a toda la humanidad" y no acabe con ella.
Una idea en parte impulsada por el miedo expresado por Altman a que la inteligencia artificial se convierta en un arma letal contra los humanos.
En el extenso reportaje que escribió Tad Friend para The New Yorker en 2016, Altman habla de la necesidad de una fusión como el mejor escenario posible para el futuro.
"O esclavizamos a la inteligencia artificial o nos esclavizará a nosotros", dijo.
Un idea que comparte Musk, quien si bien se desligó de OpenAI en 2018 por lo que llamó conflictos de interés con su principal empresa Tesla, sigue invirtiendo en ella y financia otros proyectos que van por la misma línea de lograr el control de la inteligencia artificial.
Uno de ellos es NeuraLink para tratar de conectar nuestro cerebro a las computadoras.
El ahora dueño de Twitter considera que solo de esa manera los humanos podrán mantenerse a la par de la inteligencia artificial y no ser desplazados por ella cuando esos sistemas se retroalimenten.
Estrategia y autocríticas
Esa visión del futuro fatalista que impulsó a Musk y a Altman a involucrarse en la inteligencia artificial ha sido también la que ha determinado la estrategia de OpenAI con respecto a ChatGPT y DALL-E, otra herramienta de inteligencia artificial desarrollada por OpenAI que trabaja con imágenes.
"Una de las cosas en la que realmente creemos es que la forma más responsable de introducir esos sistemas en la sociedad es gradualmente", dijo Altman a principios de este año en una conversación con StrictlyVC, una empresa que muestra lo que está pasando en Silicon Valley y el mundo tecnológico.
"Así podemos conseguir que las personas, las instituciones y los encargados de las regulaciones se familiaricen con él, piensen en las implicaciones, sientan la tecnología y se hagan una idea de lo que puede o no puede hacer, en lugar de soltar un sistema superpoderoso de golpe", agregó.
Según el canal Dot CSV en YouTube, que se especializa en informar y explicar sobre inteligencia artificial, la estrategia de la que habla Altman marca un punto de inflexión con lo que ha sido la tendencia que han marcado las grandes tecnológicas en los últimos 20 años.
"Está la tendencia de que las empresas que lideran el progreso de inteligencia artificial actúan bajo el lema de Silicon Valley de muévete rápido y rompe cosas", comentaron en este canal analizando las palabras de Altman.
"Esa filosofía de ser ágiles y sacar productos sin pensar en sus implicaciones".
Destacaron también que "en el caso de Sam no se trata de moverse rápido sino de sacar productos que todavía son imperfectos para que poco a poco la sociedad se vaya adaptando a ellos".
En cierta manera, eso es lo que está pasando con ChatGPT y DALL-E, que han recibido críticas desde muchos sectores, entre ellos el académico y el de la creatividad.
"ChatGPT es increíblemente limitado", reconoció Altman en un hilo que publicó en Twitter en diciembre del año pasado.
"Pero lo suficientemente bueno en algunas cosas para crear una falsa impresión de grandeza. Es un error confiar en él para cualquier cosa importante en este momento".
Altman también se ha referido a los cuestionamientos que está recibiendo el chat sobre los prejuicios o sesgos que tiene en sus respuestas.
"Sabemos que ChatGPT tiene deficiencias en cuanto a la parcialidad, y estamos trabajando para mejorarlo", reconoció en su cuenta de X (Twitter).
"Estamos trabajando para mejorar la configuración por defecto y hacerla más neutral, y también para que los usuarios puedan hacer que nuestros sistemas se comporten de acuerdo con sus preferencias individuales dentro de unos límites amplios".
"Esto es más difícil de lo que parece y nos llevará algún tiempo conseguirlo", justificó al final de su hilo.
¿Y ahora?
Hoy, Sam Altman no es solo un ejecutivo exitoso en el mundo de la tecnología.
El programador es una referencia para muchos líderes mundiales a la hora de hablar de inteligencia artificial.
Hace pocas semanas, de hecho, asistió a una cumbre de IA junto con líderes mundiales y de la industria tecnológica, y participó en debates sobre los riesgos y beneficios que planteaba esta poderosa tecnología en la que es pionero.
Durante su carrera Altman ha sabido atraer los capitales de fuertes inversionistas para financiar proyectos que él aprobó durante su etapa en Y Combinator y en los que él luego ha invertido.
Poco se sabe a cuánto asciende exactamente su patrimonio, pero recientemente ha habido varios anuncios que proyectan su crecimiento hacia el selecto grupo de multimillonarios.
OpenAI, que nació como un proyecto sin fines de lucro, se convirtió en una compañía híbrida de beneficios limitados.
En octubre, la compañía fue valorada en US$80.000 millones.
Muchos analistas coinciden en que ahora Sam Altman regresará a OpenAI con más poder.
Emmett Shear, quien había sido nombrado director ejecutivo interino de la compañía en ausencia de Altman, dijo que estaba "profundamente complacido" por su regreso después de unas "72 horas de trabajo muy intensas".
Por su parte, el jefe de Microsoft, Satya Nadella, dijo que la empresa estaba "alentada por los cambios en la junta directiva de OpenAI".
"Creemos que este es un primer paso esencial en el camino hacia una gobernanza más estable, bien informada y eficaz".
Muchos empleados también se han mostrado entusiasmados con la noticia: "Estamos de vuelta y seremos mejores que nunca", escribió uno en su cuenta de Linkedin.
Sin embargo, hay otras personas que sugieren que el reciente episodio de Sam Altman ha sido perjudicial para OpenAI.
"OpenAI no puede ser la misma empresa que era hasta el viernes por la noche. Eso tiene implicaciones no solo para los inversores potenciales, sino también para el reclutamiento", le dijo Nick Patience, de S&P Global Market Intelligence, a la BBC.
Con todo, lo que está claro es que ahora el reto para Sam Altman es enorme.
Y está por verse si será capaz de seguir liderando un buque tan grande y poderoso como es el de la inteligencia artificial.
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