En una gélida mañana de invierno en Reykjavik, decenas de niñas arrojan troncos pesados al suelo con una determinación formidable.
"¡Yo. Soy. Fuerte!", gritan a todo pulmón.
Asisten a una de las 17 escuelas infantiles de Islandia que practican el método Hjalli, una forma de desarrollar la personalidad de los niños que rechaza por completo los estereotipos de género convencionales.
"Los niños de 2 años ya se han formado su idea de lo que significa ser un niño o una niña", dice la fundadora del método, Margret Pala Olafsdottir. "Eso los limitará por el resto de sus vidas".
En las escuelas de Hjalli, los niños y las niñas están separados durante la mayor parte del día y se les anima a hacer cosas que tradicionalmente se asocian con el sexo opuesto.
A las niñas se les enseña a no pedir disculpas y a ser feroces: además de arrojar troncos, a veces caminan descalzas sobre la nieve.
Los chicos se peinan, se dan masajes y se felicitan mutuamente.
"Los chicos tienden a ser más individualistas e independientes. Los educamos para que sean amables, cariñosos, se ayuden y se escuchen", afirma Olafsdottir.
El método Hjalli es cada vez más popular en Islandia, un país que ya se considera pionero en la igualdad de género.
Es el único país del mundo que ha cerrado más del 90% de su brecha de género, es decir, la diferencia en salud, educación y oportunidades económicas en función del género, según las mediciones del Foro Económico Mundial.
En 2018, se convirtió en el primer país del mundo en exigir a los empleadores que demuestren que pagan a hombres y mujeres igual por el mismo trabajo o se arriesgan a recibir fuertes multas.
Casi el 90% de las mujeres en edad laboral tienen trabajo, una cifra significativamente superior a la de la UE, donde menos del 68% de las mujeres estaban en el mercado laboral en 2021, según la Comisión Europea.
Y según los registros del Banco Mundial, la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral mundial es de poco más del 50%, en comparación con el 80% de los hombres.
Muchos apuntan a la política islandesa de guarderías como una de las razones de la igualdad.
Cada padre tiene seis meses de baja recibiendo el 80% de su salario, con seis semanas extra para repartir entre ellos.
"Nunca he sentido la presión de no tener hijos debido a mi carrera", dice Katrin Thorhallsdottir, quien trabaja como técnica en una empresa de cría de salmón y tiene cinco hijos menores de 10 años. Comparte la baja de maternidad a partes iguales con su marido Fannar.
"No es un paraíso"
Pero un grupo de mujeres está tan enfadado con el gobierno islandés que ha presentado un caso contra el Estado ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Las demandantes tienen algo en común: todas acudieron a la policía para denunciar una violación o agresión, y los casos fueron desestimados antes de que pudieran llegar a los tribunales.
Argumentan que el sistema judicial del país está defraudando a las mujeres de forma sistemática.
Las estadísticas indican que una cuarta parte de las mujeres islandesas han sufrido una violación o un intento de violación, y alrededor del 40% ha sido objeto de violencia física o sexual, en comparación con el promedio mundial del 30%, según la Organización Mundial de la Salud.
Pero muy pocos hombres son juzgados, dicen las denunciantes, porque la policía islandesa no investiga adecuadamente las acusaciones de violación y agresión, en parte debido a la falta de financiación gubernamental.
"En muchos casos, no se interroga a los testigos clave, se ignoran los informes de los médicos y psicólogos… ni siquiera se toma en serio la confesión de un violador", dice Gudrun Jonsdottir, de Stigamot, una de las ONG que ayudó a `presentar el caso.
"Es absolutamente inaceptable que no se tomen en serio las acusaciones de las mujeres. No lo toleraremos".
Las cifras del propio gobierno indican que el 80% de los casos en los que las mujeres denuncian violencia sexual no llegan a nada.
"Nos han presentado como un paraíso, pero no lo somos", afirma Hulda Hrund, fundadora de Ofgar, una organización feminista que apoya a las supervivientes de la violencia de género.
Maria, una de las mujeres que demanda, afirma que proporcionó a la policía testigos y pruebas, incluidas fotos de las heridas causadas por su agresor y mensajes de texto que le envió admitiendo el abuso.
El director de la Fiscalía dijo que había pruebas suficientes para iniciar un proceso, pero la policía tardó tanto en investigar que el caso proscribió.
"Durante unos tres años, no pude salir de casa", afirma Maria. "Nunca salgo sola de noche. Este es un país pequeño y siempre estoy mirando por encima del hombro".
El comisario nacional de policía de Islandia se ha disculpado por las deficiencias de la policía en este caso.
Pero las mujeres no solo apuntan a la policía.
En 2019, un hombre acusado de violación fue absuelto porque un juez consideró que le habría resultado imposible quitarle los pantalones de cuero ajustados y de cintura alta a la mujer.
El mismo juez dictaminó en otro caso que una mujer que casi se desangró hasta morir debido a las heridas en su vagina había estado practicando "sexo duro".
Hulda Hrund sostiene que esto hace que algunos hombres piensen que pueden salirse con la suya con la violencia sexual.
"Los hombres saben que es poco probable que se enfrenten a las consecuencias de sus acciones", afirma. "Incluso si te encuentran culpable de violación, tu sentencia queda a discreción del juez, y es posible que nunca pongas un pie en la cárcel".
"Es la sombra oscura de nuestra sociedad", dice Gudrun Jonsdottir.
"No es suficiente"
"Islandia ha sido durante mucho tiempo un líder en igualdad de género, pero siempre hay más por hacer para mejorar", le dijo a la BBC un portavoz del Ejecutivo.
Pero incluso la presidenta, Halla Tomasdottir, admite que el gobierno no está haciendo lo suficiente.
"Tenemos desafíos en el sistema de justicia y en la cultura en general", reconoce. "Mientras haya violencia de género, no estamos haciendo lo suficiente. Es tan simple como eso".
No obstante, cree que Islandia es uno de los mejores lugares para ser mujer y señala que espera que el país cierre por completo la brecha de género para 2030.
La ONU le confirmó a la BBC que el país estaba en camino de lograrlo.
A pesar de su trabajo con mujeres que han enfrentado la violencia de género, Hulda Hrund se siente optimista. Dice que efectivamente se está produciendo un cambio en la sociedad islandesa.
"Mis hijas recibieron educación sexual desde el primer grado. Saben sobre límites y saben sobre el consentimiento. Todo lo que me hubiera gustado saber cuando tenía su edad".
Y es posible que la generación de niños y niñas que pase por el método Hjalli encuentre la idea de la violencia de género aún más inaceptable de lo que lo es hoy.