Un instante. Solo uno. Eso es lo único que se necesita para que tu apacible vida dé un vuelco. Nadie es consciente de ello. Si lo fuéramos, como apunta la docente, arquitecta y escritora mexicana Ana Sofía González, no seríamos capaces de salir de la cama.
Alejandra, una adolescente de la clase alta queretana, no tuvo tiempo para pensar. Actuó por instinto para salvar a su querida nana, Vicky, en el momento en que es atacada por Juan Pablo, un trabajador del condominio en donde viven.
Ese es el inicio de la historia de la primera novela de González, "No matarás".
A partir de ahí, la autora enfrenta al lector a diferentes niveles de culpa y a preguntarse continuamente qué habría hecho uno si hubiera estado en su lugar. No hay una sola respuesta. Nunca la hay.
La novela, ambientada en la década de los 90 y contada a tres voces, entrelaza la violencia con el remordimiento y con las secuelas que sufre la protagonista por el abandono de su madre, que para huir del padre decide dejar todo atrás, incluida su hija.
González reconoce que este personaje ha sido sin duda el más cuestionado por sus lectores, en especial, entre sus lectoras. Aún hoy en día pocas mujeres muestran comprensión por la dura decisión que tiene que tomar la madre de Alejandra.
BBC Mundo habló con ella en el marco del Hay Festival de Querétaro, que se celebra del 5 al 8 de septiembre.
"No matarás" refleja diferentes niveles de culpa, desde el crimen que desencadena la trama hasta la del padre por ser violento. ¿Cómo surge este sentimiento y hasta qué punto influye en nuestras vidas?
Creo que la culpa, así como la violencia, es una constante y está en todos los personajes.
No sé si es una cosa mía, si yo soy una persona culposa y me estoy proyectando en todos, o si veo ese ingrediente de culpa generalizada en todos.
Por ejemplo, si eres madre que trabaja, la culpa de dejar al niño; si eres madre que no trabaja, la culpa de no haberte realizado profesionalmente; s eres una mujer o un hombre que tiene a lo mejor reacciones violentas, es la culpa de que no debería ser así, pero si no eres violento entonces soy un pelele.
Todo el tiempo como sociedad juzgamos y estamos evaluando a los demás, al otro y eso siempre está en el inconsciente.
También es algo que me parece muy humano.
¿Sigue teniendo la mujer esos sentimiento de culpa?
No me gustaría solamente hablar de las mujeres en esto, porque creo que la carga es mucha para todos.
Si eres hombre tienes que tener una solvencia económica increíble, ser fuerte y tener ciertas cosas.
Y como mujer igual, tienes que ser exitosa en lo profesional, tener una hermosa familia, ser atlética, alimentarte bien...
Hay una serie de estatutos que cada vez son más rígidos y que definen a la mujer y al hombre correctos y la verdad es que es casi imposible encajar en ellos.
Creo que en la novela lo señalo también muy al límite: si tengo que matar a alguien para defender a un ser amado, definitivamente es un crimen imperdonable, pero ¿qué haríamos en ese caso? ¿y cómo vivir con eso?
Porque eso también genera una culpa. Cada decisión que tomamos tiene consecuencias que pueden perseguirte toda tu vida.
Las culpas se entrelazan con remordimientos y como lector uno se pregunta qué hubiera hecho. ¿Hasta qué punto somos conscientes de cómo las consecuencias emocionales de nuestros actos pueden cambiar nuestras vidas en un instante?
Yo creo que no somos conscientes. Si lo piensas, cada vez que salimos a la calle, desde a qué velocidad conducimos o en qué momento cruzamos la calle, pueden significar la muerte de alguien o tu propia muerte.
Y me parece que de alguna manera es algo afortunado, porque si viviéramos con esa conciencia no saldríamos de nuestra cama.
Definitivamente hay ocasiones, como en la primera escena, en la que no tienes tiempo de pensar, en la que el tiempo de reacción es muy corto y entonces el instinto de supervivencia es el que predomina en la toma de decisiones.
Creo que no tenemos manera de evitarlo.
El abandono de la madre hacia su hija es otra de las decisiones que impulsa al lector a reflexionar. ¿Cómo se ven actualmente este tipo de decisiones?
Yo hubiera pensado que habría un poco más de sororidad ante la madre de Ale, pero no sabes lo juzgado que ha sido ese personaje en clubes de lectura y en otras instancias de contacto con lectoras.
La han calificado de mala madre, de irresponsable, de egoísta, de todo tipo de adjetivos, y pocas personas se han puesto realmente en sus zapatos.
Muchos creen que debería haberse llevado a la hija.
Pero qué complicado llevarte a una niña sin tener poder económico: cómo llevarte a tu hija a la nada Es una mujer rota, que se tiene que reconstruir.
Me gustaría decirte que ha sido muy apoyado ese personaje, pero la verdad es que no.
En comparación a los 90 quizás sí haya un poco de mejoría, pero el papel de la madre sigue siendo muy cuestionado.
Al menos en Latinoamérica se sigue viendo muy mal si la madre se va; si el padre lo hace es común, nadie lo juzga, pero si es ella, ahí sí es otro el juicio.
¿Y piensas que las mujeres juzgan más duramente a esas madres que abandonan que los hombres?
No sé si mi percepción sea muy sesgada porque he tenido más contacto con lectoras que con lectores, pero definitivamente el 80% de las lectoras que han tocado el tema la han juzgado terriblemente.
Y han dicho, yo nunca haría eso, jamás dejaría a mis hijos.
No sé qué piensan los hombres. A lo mejor sería interesante escuchar más puntos de vista masculinos ahí.
¿Por qué decidiste ambientar la historia en los años 90?
Uno de mis personajes principales es una chavita de 15 años que es muy dada a espiar.
Como está muy sola, busca entrar en la vida de los demás con la vista y me pareció que una chica en 2024 no lo haría de esa manera, creo que estaría en Facebook o distrayéndose de otra manera.
Además, el lenguaje de una niña de esa edad me parecía más familiar a lo que yo viví. No podía recrear el habla de una joven actual, porque no conozco su jerga ni su mundo tan de cerca como cuando yo fui adolescente.
¿Cuánto han cambiado la sociedad mexicana y las vidas de las familias en estos últimos 30 años?
Fíjate que también por esa razón me atreví a hacerla en esa década, porque pienso que no ha cambiado mucho.
Me parece que siguen siendo temas muy actuales.
Además, me gustó la idea de contrastar las décadas, porque uno pensaría que hoy por hoy, en plena era de la tecnología, de la información, la violencia se habría reducido bastante y que ese tipo de dinámicas ya no existirían, pero creo que eso no ha cambiado.
Me parece que no hemos mejorado gran cosa como sociedad.
¿Y crees que cambia algo que la violencia machista en las familias haya de dejado de ser algo privado, algo que ocultar de puertas adentro como ocurre en tu libro?
En ciertos casos que se haya hecho público ayuda a no permitir ese tipo de violencia, pero en otros lo hace más vergonzoso, porque si hoy alguien te está maltratando y tú no hablas, te puedes sentir aún peor y pensar, cómo yo, una mujer del siglo XXI, estoy permitiendo que este hombre me hable de esta manera o me golpee.
Porque ya no es falta de información, es solamente el miedo lo que quizás mantiene a veces a mucha gente con la boca cerrada.
No funciona para todos de la misma manera.
Esa relación de poder y amor, de abuso emocional o psicológico que se ve a lo largo de tu novela es algo frecuente en la sociedad. ¿Por qué era importante para ti recogerlas en tu libro?
Creo que en realidad no planeé hablar de las relaciones violentas que se dan en algunas familias.
Intenté contar una historia y está enmarcada por esta violencia que es lo que yo he visto toda mi vida.
Desafortunadamente, he tenido contacto directo e indirecto con este tipo de escenarios. No es que yo intenté hablar de eso, es que es intrínseco.
Estoy contando una historia sobre una chica que mata a un tipo por las circunstancias, pero todo el marco histórico de los personajes está rodeado de esa violencia que creo que es muy común.
Entonces, ¿cómo no hablar de eso? Creo que si no lo hubiera tocado habría sido a lo mejor un poco artificial.