El asesinato de tres carabineros en Chile ha causado una profunda conmoción en ese país.
El crimen -que ocurrió en la madrugada del sábado 27 de abril en la localidad de Cañete, en la región del Biobío- fue calificado como un "cobarde atentado" por el presidente chileno, Gabriel Boric, quien, además, declaró duelo nacional durante 3 días.
De acuerdo con la información oficial, un grupo armado habría disparado contra la patrulla policial en la que se encontraban los tres funcionarios causándoles la muerte.
También le prendieron fuego al auto policial con los agentes en su interior.
La emboscada tuvo lugar en la llamada macrozona sur de Chile, una región en estado de excepción desde 2022 cuya población ha vivido en los últimos años atentados incendiarios contra iglesias, quema de viviendas, ataques armados contra conductores en caminos rurales y la muerte tanto de mapuches como de agricultores y carabineros.
Hasta el momento, no se sabe quiénes están detrás del homicidio de los tres carabineros. Nadie ha reivindicado el atentado ni las autoridades han apuntado a posibles responsables.
Las víctimas fueron identificadas como el sargento Carlos Cisterna Navarro y los cabos Sergio Arévalo Lobos y Misael Vidal Cid, todos con una larga trayectoria de servicio.
En BBC Mundo conversamos sobre la dimensión de este ataque con Pablo Zeballos, que fue oficial de Carabineros por más de 20 años y actualmente es consultor en temas de seguridad y experto internacional en crimen organizado.
Para él, este asesinato es un "punto de inflexión" respecto a los niveles de violencia que están ocurriendo en Chile.
Tres carabineros fueron brutalmente asesinados en la madrugada del sábado en la región del Biobío. ¿Cómo impacta este crimen en Chile?
Este triple homicidio, del que todavía no existe certeza sobre cómo sucedió realmente, ha impactado profundamente en Chile. Un evento de esta naturaleza, con este nivel de violencia, de brutalidad, es totalmente inédito y peligroso, algo que no habíamos visto en el país.
Es un acontecimiento feroz que, hasta el momento, no ha tenido ningún tipo de reivindicación y, por lo tanto, abre espacio a la especulación.
Impacta no sólo por las características del crimen, y la forma en que fueron hallados los cuerpos de los carabineros, sino también porque es parte de una seguidilla de otros asesinatos a policías que han venido ocurriendo en el país en un contexto muy complejo de reconfiguración del crimen organizado.
A mi juicio, este hecho es definitivamente un punto de inflexión en Chile respecto a los niveles de violencia, a cómo las autoridades están viendo los cambios criminales en el país y cómo la sociedad responde a ellos.
¿Por qué?
Primero, por el tipo de delito, algo que no se había observado en la historia reciente chilena. Hay un cambio absoluto, un desafío a la autoridad. Es un punto de inflexión por la brutalidad del crimen, algo que no habíamos visto nunca antes.
Por otra parte, uno ve cómo la ciudadanía está diciendo "basta ya" a los niveles de violencia.
No podemos olvidar que este crimen se da en un contexto donde Chile está viviendo una constante pugna entre el Estado y los mensajes de intimidación que están generando los delincuentes o el crimen organizado.
La ministra del Interior, Carolina Tohá, ha dicho que aún no hay evidencia que permita afirmar categóricamente qué grupo está detrás del delito. ¿No es pronto para hablar de crimen organizado, entonces?
Sí, lo que yo planteo es que puede haber estructuras con justificaciones ideológicas o políticas donde sus formas de actuar pueden obedecer a lógicas de crimen organizado.
Lo que vemos acá es un golpe al Estado de Chile, venga de quien venga. Pueden existir justificaciones ideológicas, pero estas prácticas de emboscar, atacar y asesinar uno las observa en organizaciones guerrilleras y del crimen organizado.
Entonces, más que la ideología que hay detrás de esto, es el método que está detrás, de intimidación y desafío al estado, lo que hay que observar.
¿Usted lo ve, entonces, como una señal de alerta respecto a cómo operan grupos delictivos en Chile?
Sí, creo que es una señal de alerta. Hoy, en el caso de la criminalidad en América Latina sabemos que los grupos delincuenciales van marcando ciertos sellos para potenciar sus marcas.
Hay una lucha por el control territorial y la única forma de ganar es imponiéndose sobre el otro.
Este delito atroz involucra un cambio que tenemos que observar claramente. No es algo que deba pasar como un hecho puntual que sucedió, sino como parte de una cadena de eventos que viene sucediendo en el país.
¿A qué tipo de eventos se refiere?
Son varios fenómenos.
Uno es la transformación de la tradicional delincuencia chilena. Ahora está actuando más en redes, está tendiendo a valorizar otro tipo de delitos que antes no eran conocidos en Chile como la extorsión, el narcotráfico interno, etc.
Por otro lado, tenemos el ingreso de estructuras criminales extranjeras que vienen con experiencias y modos de operar diferentes, muy desafiantes de la autoridad y con mucho desprecio a la vida. Hay una resignificación de lo que es la cárcel, ya no como un lugar donde los delincuentes son recluidos, sino como un verdadero centro de control criminal.
En este caso, este triple homicidio nos habla de un método absolutamente distinto, no observado, y que podría tener como intención marcar una diferencia.
Queda mucho trabajo por delante, mucha investigación, pero lo que queda claro es que, después de esto, el Estado chileno no puede seguir reaccionando de la forma como lo venía haciendo respecto a las transformaciones criminales o de la violencia.
Cañete, donde sucedió el homicidio de los carabineros, es parte de una zona en Chile que ha sido azotada por la violencia hace años. ¿Cómo describiría usted lo que pasa ahí?
Cañete es parte de la llamada "Macrozona Sur" de Chile que la componen más de dos regiones.
Lo que viene sucediendo ahí, a mi juicio, es la pugna entre organizaciones que están tratando de mantener presencia. Hemos observado que estas organizaciones, que tienen un origen en reivindicaciones de carácter indigenista, en este caso mapuche, necesitan un financiamiento continuo y ese financiamiento viene de actividades criminales y delictivas.
Este no es un fenómenos nuevo. Es un fenómeno que hemos observado en varios países de la región latinoamericana, donde estas organizaciones después de un tiempo sólo justifican ideológicamente sus acciones criminales, pero en la práctica son más organizaciones criminales que de reivindicación política u ideológica…
Es lo que ocurre con la disidencia de las FARC en el sur de Colombia, en el límite con Ecuador, o con Sendero Rojo, el antiguo Sendero Luminoso de Perú… es decir, hay muchas organizaciones que ideológicamente han mutado y se han convertido en estructuras criminales, pero manteniendo esta fachada política e ideológica que en realidad no existe.
Lo que tenemos que observar nosotros en Chile es si tenemos o no ese fenómeno con fuerza.
Personalmente creo que hay una mutación tremendamente poderosa hacia la criminalidad por parte de algunas estructuras que han visto en el robo de madera, en el tráfico de drogas y en el robo de otras sustancias, como salmones, pescados y mariscos del sur, una forma que no solo potencia sus actividades antiestatales, sino que impulsa sus actividades delictivas.
Se están transformando abiertamente en grupos cuyo primer objetivo es la criminalidad.
Usted fue carabinero durante 20 años. ¿Cómo se vive este crimen dentro de la institución?
Carabineros es una institución tremendamente resiliente. Es un modelo de resiliencia quizás único en el mundo. Ha vivido momentos muy complejos, problemas de liderazgo e incluso de deslegitimación social, como en el estallido social de octubre de 2019, y aun así sigue funcionando y operando.
Pero lo que uno puede observar es que estas cosas golpean muy fuertemente al alma institucional. Afecta y genera más contradicciones en las reglas del uso de la fuerza.
Uno tiene que entender que esto también desmotiva en la medida que no haya justicia.
Justicia en el sentido de que no solo se encuentre a los culpables, sino que el sistema de cumplimiento de la ley sea capaz de demostrar ante tribunales quiénes fueron los culpables y que esos tribunales los juzguen como se debe.
Este es un hecho atroz, sin precedentes, y el Estado completo y la sociedad chilena son quienes deben responder. No solamente un grupo de abogados, fiscales o jueces.
Hay que evitar que esto se normalice porque el gran problema que tenemos en la región latinoamericana es que eventos que aparentemente son disruptivos en poco tiempo comienzan a ser normalizados.
La gente ya no se sorprende de nada. Ese es un problema que yo he observado en casi toda la región y que estamos empezando a observar en Chile.
Quizás dentro de esta tragedia, la luz de esperanza que uno observa es cómo toda la sociedad en Chile reaccionó ante este evento.
Usted ha investigado sobre hechos delictivos en otros países de América Latina y el mundo. Este ataque, ¿tiene similitudes con lo que sucede en otros países?
Sí. Este fue un evento de violencia irracional donde se atacó a la autoridad porque la autoridad representa al Estado.
Indudablemente esto es un sello de esta nueva ola de violencia que observamos en la región de Latinoamérica, propiciada por el crimen organizado, y que tiene que ver con cómo yo demuestro mi capacidad operativa.
Es un fenómeno muy complejo.
Y ¿cuáles son las medidas que se deben adoptar para evitar que sigan ocurriendo este tipo de crímenes en Chile?
Lo más importante es que esto demuestra que se requiere mayor coordinación entre todos los servicios del estado, se requiere una mayor capacidad de monitoreo, de colocar sensores en todos los activos policiales de tal manera que siempre sepamos dónde se encuentran y en qué condición se encuentran.
Llegó el momento de propiciar una mayor interacción entre agencias del estado, tanto de las fuerzas armadas, como de policías y otros servicios públicos.
Y ¿por dónde cree usted que pasa el desafío que el gobierno de Gabriel Boric tiene ahora en seguridad?
El desafío más importante del gobierno es evitar la contradicción entre lo que se dice y lo que se hace.
La sociedad chilena lleva bastante tiempo con pugnas más bien ideológicas de carácter político, recriminaciones entre unos sectores y otros, y la sociedad cada vez cree menos en la política, piensa que todos son culpables.
Todas esas divisiones lo único que han generado es una sociedad más bien confundida. Y lo que está claro es que las sociedades desinformadas y confundidas son el caldo de cultivo predilecto de las organizaciones criminales.
Estos dramáticos eventos que hemos visto en el último tiempo son quizás las últimas alertas que nos indican que todavía hay tiempo de reaccionar.
Y si no reaccionamos, nos vamos a arrepentir de haber perdido el tiempo.