Un dato ilustra la inestabilidad política que vive Perú: el país ha tenido seis presidentes distintos desde 2016.
El último cambio se produjo este miércoles, cuando el todavía presidente Pedro Castillo anunció que disolvería el Congreso e instalaría un "gobierno de excepción".
Con varios de sus miembros convencidos de que se trataba de un golpe de Estado, el Congreso destituyó rápidamente por "incapacidad moral" a Castillo, quien fue detenido por rebelión, y en su lugar asumió la vicepresidenta, Dina Boluarte.
Este desenlace dejó en evidencia que Castillo dio un "paso en falso", opina Juan Jiménez Mayor, un exministro peruano de Justicia y expresidente del Consejo de Ministros del gobierno de Ollanta Humala.
"La variable de las Fuerzas Armadas no la controló", explica este abogado durante una entrevista con BBC Mundo.
Pero advierte que Boluarte, la primera mujer en presidir Perú, tampoco lo tendrá fácil: "Va a conducir un gobierno en crisis".
Lo que sigue es una síntesis del diálogo telefónico con Jiménez Mayor, quien también fue embajador peruano ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y encabezó la misión anticorrupción que esta tuvo en Honduras:
¿Cómo define la situación política e institucional de Perú tras el intento fallido de disolución del Congreso por el presidente Castillo y su detención posterior?
Perú vive una profunda crisis política y moral. Hubo una degradación muy grave del uso del poder por parte del presidente Castillo y sus colaboradores.
Las denuncias de corrupción prácticamente eran de todos los días. Se ahondó más la crisis cuando un exjefe de la Dirección de Inteligencia denunció hechos de corrupción que vinculaban al presidente.
Demasiadas personas y hechos apuntaban directamente al presidente.
En medio de esta crisis, el Congreso dispuso realizar una sesión especial para recibir la versión del presidente respecto a estas imputaciones. Y se supone que iban a votar la posibilidad de una vacancia presidencial.
En Perú no tenemos el procedimiento del impeachment por corrupción. Tenemos como alternativa la vacancia presidencial por incapacidad moral, que ha permitido la destitución de presidentes como (Alberto) Fujimori, (Martín) Vizcarra y ahora Castillo.
Castillo argumentó en su mensaje que el Congreso peruano destruyó el Estado de derecho y la democracia, y que el "gobierno de excepción" que él ordenó buscaba restablecerla...
Pero eso no es cierto, porque uno tiene que utilizar los canales constitucionales si hay un conflicto entre poderes.
Para esto tenemos figuras como el Tribunal Constitucional que puede dirimir en estos casos. No es a través de la fuerza que se resuelven los conflictos en una democracia.
El presidente Castillo se salió de la Constitución y por supuesto colisionó con el Congreso. No solamente fue el Congreso: el Poder Judicial y el Ministerio Público fueron amenazados con ser tomados de manera inconstitucional.
Esto es lamentable en medio de lo que el presidente planteaba como un proceso de diálogo, de restauración institucional, para lo cual inclusive convocó a la OEA.
¿Pero hasta qué punto el Congreso obstruyó al gobierno de Castillo, como él sostuvo?
El enfrentamiento de poderes está insertado en el ADN de la política peruana.
El Congreso ha sido una entidad hostil a los gobiernos. Solo cuando el gobierno ha tenido una amplia mayoría en el Congreso ha podido gobernar con cierta comodidad.
El equilibrio de poderes que hay en el país implica que tengamos un Congreso hostil.
Lo que tiene que entender un presidente, o una presidenta ahora, es que esa es la forma de hacer política en Perú, nos guste o no.
Quien da la dirección política al Estado, que es el gobierno, tiene que tener la suficiente capacidad para establecer una agenda de trabajo que haga que esto no ocurra o se minimice.
Lo que pasa es que el presidente Castillo le dio suficiente munición al Congreso con ministros que comenzó a nombrar que tenían imputaciones de violencia familiar, investigaciones por homicidio, antecedentes de haber manejado en ebriedad…
¿Había pruebas objetivas para que el Congreso destituyera a Castillo por "incapacidad moral" y presunta corrupción antes de su intento de disolver el Congreso?
Hay suficiente evidencia, varias investigaciones que tiene el expresidente. La Fiscalía tiene siete expedientes que han venido avanzando. Solamente se han presentado cuatro al Congreso.
A su secretario, que era su sombra, le encontraron US$20.000 en el baño de su oficina y ha señalado él que había señalamientos por sobornos para ascensos de militares.
Hay un soborno imputado al presidente para el nombramiento de un funcionario en la empresa petrolera Petroperú.
Por menos de lo que ha pasado ahora, el presidente Vizcarra fue vacado.
Lo más grave es que el gobierno compró votos. El presidente Castillo se venía sosteniendo en los últimos tiempos básicamente porque convenció, entre comillas, a congresistas de la oposición para que no votaran por la vacancia presidencial.
Mi hipótesis es que decidió dar un golpe de Estado porque había confirmado que ya estaban los votos para la vacancia. Entonces se veía perdido y decidió dar este paso en falso: un golpe en el cual él no tenía todas las variables en juego.
Tanto es así que la variable de las Fuerzas Armadas no la controló, por ventura de la democracia peruana. Esto ha decantado en la decisión del Congreso de destituirlo y que la vicepresidenta asuma la presidencia de la República hasta 2026.
¿Dina Boluarte representa un nuevo gobierno o una continuidad del gobierno de Castillo?
Creo que es un nuevo comienzo. Ha hecho un breve discurso con varios cuestionamientos a lo hecho por Castillo
Se puede apreciar en las fuerzas políticas una suerte de apaciguamiento.
La presidenta ha planteado una tregua para sacar al país de la corrupción y el desgobierno, que el sistema de justicia combata la corrupción y continúen las investigaciones.
Y ha planteado la necesidad de un gabinete de amplia convocatoria, seguramente con las fuerzas políticas del Congreso.
El problema que va a tener ella es que la bancada de Castillo no le va a dar necesariamente el apoyo.
Boluarte pidió una tregua política, pero parece carecer de mayorías en el Congreso. ¿Podrá conseguirlas o también caerá por falta de apoyo parlamentario?
Ese es el desafío que tiene ella ahora. Va a depender de las decisiones que tome en adelante para poder gobernar Perú.
Ya sabemos que cuando un presidente no tiene un grupo parlamentario que pueda soportar al gobierno, este gobierno se cae.
Eso ha pasado en el siglo XX y sigue pasando en el siglo XXI.
Algunos creen necesario convocar a nuevas elecciones. ¿Está de acuerdo?
Ese planteamiento estaba formulado como salida a la crisis de gobernabilidad con el presidente Castillo.
El Congreso no quería eso y se han resistido a acortar su mandato, primero porque no quieren perder su quinquenio.
Pero lo que están diciendo últimamente es que ellos son una garantía para que Perú no se radicalice más, porque ahora tenemos algunas propuestas políticas muy radicales que esperemos que no tengan acogida.
Yo discrepo, porque el Congreso estaba más desligitimado que el presidente Castillo, entonces creo que da garantías de nada.
El adelanto de elecciones requeriría una reforma constitucional. Va a depender de la habilidad de la presidenta de conducir un gobierno con cierto éxito en los próximos meses.
Perú tiene una larga lista de presidentes que caen antes de terminar su mandato, expresidentes procesados por la justicia y presos, a la que se agrega ahora Castillo. ¿Se ha vuelto ingobernable el país?
No. La estabilidad que tenía Perú hasta 2016 cambia con la elección de (Pedro Pablo) Kuczynski, que tiene una oposición muy tenaz del Congreso, donde la señora (Keiko) Fujimori tuvo una amplísima mayoría y quiso gobernar desde allí.
Desde 2016 en adelante las turbulencias políticas han generado una enorme inestabilidad. Pero una cuestión muy importante es la fortaleza de la economía: el crecimiento de Perú este año va a superar el 3%, a pesar de Castillo.
¿El meollo del problema en Perú es la calidad de la clase política?
No tengo dudas de eso. La crisis política tan prolongada que hemos tenido se ha debido a la ausencia de un liderazgo político que pueda sacarnos de esta crisis.
Hay que entender también que la población estaba muy enojada con los políticos cuando eligió a Castillo, en la coyuntura de un país derrumbado por la pandemia.
Y lamentablemente el gobierno durante 16 meses de gestión no ha podido hacer nada.
La gente sigue enojada. Es importante entender que el proceso político peruano no se acaba ahora. Dina Boluarte va a conducir un gobierno en crisis.
Que las fuerzas políticas asuman con madurez lo que viene y hagan reformas más allá de los apetitos de los partidos.
¿Cómo observa la respuesta de la región a esta crisis en Perú?
Yo estaba muy preocupado porque veía al sector de la izquierda latinoamericana apoyando al presidente Castillo.
Veíamos al presidente (Andrés Manuel) López Obrador en México interfiriendo en política interna. Con esto México ha roto una vieja tradición de no intervención en asuntos externos.
Si el Congreso decidía vacar al presidente, probablemente íbamos a tener un escenario de soporte internacional por parte de gobiernos afines a la propuesta de Castillo.
Pero lo que ha pasado ha descolocado a todo el continente, porque nadie esperaba que Castillo hiciera lo que hizo, plantear un golpe de Estado.
En ese sentido, él ha descolocado no solamente a sus aliados políticos en Perú, sino también a sus aliados internacionales: nadie puede defender lo que ha hecho.
La OEA ha seguido de cerca esta crisis. ¿Qué evaluación hace?
Desafortunadamente para la Secretaría General de la OEA, equivocaron el rumbo de nuevo: no entendieron lo que pasaba.
Vino una misión internacional aquí e hicieron un informe que fue muy criticado en Perú, porque básicamente recogía la posición del presidente Castillo y no toda la información que habían recibido del Congreso, el Poder Judicial, el Ministerio Público y la sociedad civil.
Por ejemplo, la palabra corrupción, que es el detonante de la crisis política, no aparecía por ningún lado. Lo que decía el informe era que en Perú había una polarización política que estaba afectando la democracia.
Y el secretario general de la OEA planteó una tregua para iniciar un proceso de diálogo.
Para las fuerzas políticas peruanas ha sido muy claro que hubo una alianza entre la OEA y el gobierno (de Castillo) para que no se corte el mandato del presidente.
Pero finalmente, así como el presidente Castillo ha traicionado a sus aliados peruanos e internacionales, también ha traicionado a sus aliados de la OEA al plantear un golpe de Estado en el país.