La vida de la poeta, escritora e ilustradora británica Laura Dockrill era encantadora.
Tenía una carrera exitosa y su sueño adolescente se había cumplido: estaba con su amor de la infancia, la estrella de rock Hugo White.
Por si fuera poco, acababa de dar a luz a Jet, un bebé muy deseado.
Días después, publicó en sus redes sociales la foto que ves arriba, con una leyenda que decía: "¿Adivina qué? Soy madre", y un montón de emojis.
"Supongo que fue como un anuncio para mostrarle al mundo que estaba bien, feliz y alegre y todas esas cosas... pero no lo estaba".
Eso le contó a la BBC en una entrevista que nos lleva a un lugar al que rara vez vamos: al interior de la mente de una mujer que no ingresa fácil y dichosamente al mundo de la maternidad.
"Días después de que me tomara esa foto, me ingresaron en un pabellón psiquiátrico", revela la escritora.
Se supone que convertirse en madre es algo natural y hermoso. Pero hoy en día sabemos que una de cada diez madres sufren de depresión posnatal.
Con lo que tal vez estemos menos familiarizados es con la psicosis posparto.
Afecta a una de cada 1.000 madres y es considerada como una emergencia psiquiátrica que requiere hospitalización (más detalles al final del artículo).
La buena noticia es que, aunque es uno de los tipos de colapso más feroces y repentinos, también es una de las condiciones que se puede tratar con más éxito.
De ahí la importancia de saber de su existencia, pues una vez identificada, se puede curar totalmente, al punto de que sólo queden recuerdos, como los de Laura.
El encuentro
"Recuerdo que la comida de la fotografía, me agarraba con las manos a la parte inferior de la silla. Me sentía desanclada, como si estuviera hecha de píxeles y fuera a salir volando", cuenta Laura.
"Y recuerdo que escuché la sirena de una ambulancia o de una patrulla de policía y pensé: 'Vienen por mí'".
En su mente, los había llamado quien le había tomado la foto, su marido Hugo.
Era, sin que ella estuviera en capacidad de saberlo en ese momento, una sinrazón.
Su relación había sido, y seguía siendo, como de cuento.
Se habían conocido cuando Laura tenía 14 años. Llegó por casualidad con sus amigas y algunos chicos a una casa en la que él estaba.
"De repente, apareció. Recuerdo verlo bajando las escaleras, con una sudadera con capucha y una sonrisa traviesa y ojos brillantes", dice.
Laura quedó prendada y todo iba bien.
"Empezamos a charlar de inmediato y parecía genuinamente interesado en mí. Nos gustaba la misma música y todo. Pero yo todo el tiempo me repetía: 'No te enamores. Te estás arriesgando al fracaso'", cuenta.
"Mi autoestima era tan baja que incluso cuando le estaba hablando sobre mis amigas, diciéndole: 'Esa es la chistosa, esa es la inteligente...' y él me dijo: 'Entonces tú debes ser la bonita', no pude creer que lo decía en serio".
Laura recuerda: "Pensaba que alguien tan atractivo que podía estar con quién deseara, no podía escogerme a mí".
"Terminé emparejándolo con una de mis amigas... el error más grande que he cometido, y él probablemente se sintió insultado, después de haberme dejado en claro que yo le gustaba".
A pesar de todo, Laura y Hugo se volvieron mejores amigos.
"Estábamos juntos todo el tiempo. Yo fui al funeral de su mamá, él vino a la boda de mi mamá y mi padrastro... en todos los momentos importantes estuvimos uno al lado del otro", cuenta.
"Nos mandábamos música y cartas, que, aunque no lo comprendí en el momento, eran de amor".
El tiempo pasó y cuando Laura tenía 19 años, se atrevió a hacer lo que nunca antes había hecho.
"Decidí revelarle lo que sentía. Se sorprendió tanto que no dijo nada... ¡nada!", cuenta ella.
"Me dio tal vergüenza que pensé: 'Hasta aquí llegamos. No podemos seguir siendo amigos'. Le había dicho que lo quería y no había respondido, y eso era imperdonable".
Fue así que dejaron de verse por 10 años.
El reencuentro
Durante esa década, la banda de indie rock The Maccabees, en la que Hugo tocaba, se hizo cada vez más exitosa.
"Era difícil ver a su banda en carteles y encabezar los festivales en los que estaba y a los amigos preguntando: '¿Has escuchado esta nueva melodía de The Maccabees?', y nosotros, sin hablar", cuenta Laura.
Y agrega: "De vez en cuando nos mandábamos un mensaje de texto de feliz cumpleaños, pero no nos vimos".
Un día, cuando ambos tenían 30 años y acababan de terminar con relaciones afectivas largas, se encontraron para tomarse un café y ponerse al día.
"Fue muy amigable, así que nos volvimos a encontrar. Pero sentía que era difícil leer a Hugo", confiesa ella.
"Pensé que era muy ingenuo creer que podíamos retomar la relación de donde la dejamos. Había tanto sin decir y habían pasado tantas cosas".
"Además tenía mis propios prejuicios: yo todavía vivía a la vuelta de la esquina de la casa en la que crecí. ¿Por qué le iba a interesar mi minúscula vida cuando él había visto el mundo y había estado en giras por lugares increíbles y probado otro tipo de vida?", reconoce.
Sin embargo, hubo una pregunta que no pudo evitar hacerle: "¿Alguna vez sentiste algo por mí en ese entonces?".
"Y él simplemente dijo: 'Por supuesto que sí'. Fue un gran momento".
Por fin, esa larga historia de amor comenzaba y pronto Laura quedó embarazada de su hijo, Jet, que ahora tiene 6 años.
Pero después de un parto traumático, su felicidad se tornó en algo que jamás imaginó.
El desencuentro
"Fue en la sala de maternidad que todo se puso realmente mal", señala Laura.
Y explica: "Me volví salvaje. Bebía litros y litros de agua directamente de la jarra. Aunque soy vegetariana, cogía pollo o lo que encontrara y me lo devoraba arrancando toda la carne del hueso".
"Tenía una rara y desafortunado reacción a la epidural y me rascaba todo el tiempo hasta sangrar", agrega.
"Me sentía como un tigre enjaulado, cansado y agresivo".
Cuenta que al bañarse, alucinó que la manguera y cabeza de la ducha "eran una serpiente contra la que luchaba".
Pero en vez de advertir que no se sentía bien, actuó como todo lo contrario.
"Ojalá lo hubiera dicho, pero, no todas nos sentimos bien en esos momentos. La gente te dice: 'Es la tristeza posparto, pasará. Son las hormonas'. Y yo pensaba: ¿por qué no puedo ser más valiente? ¿Dónde está mi instinto maternal?".
En casa, le seguían pasando cosas: "Sonaba una canción en la radio y pensaba, ¿me está hablando a mí? ¿O ese osito de peluche me está mirando feo? Paranoia, conspiración, pensamientos acelerados... perdí todo sentido de la realidad".
Pero había una idea por demás aterradora: "Creía que Hugo, el amor de mi vida, estaba tratando de alejarme de Jet".
"Eso era realmente horrible, porque todo lo que cualquiera trataba de hacer para ayudarme, yo interpretaba como algo en mi contra".
Fue a la cantante Adele, amiga de Laura, a quien primero se le ocurrió que podía tener psicosis posparto.
Preocupada cada vez más por las llamadas extrañas de su amiga, buscó en Google "volverse loca después de tener un bebé".
Después de ser diagnosticada con psicosis posparto, Laura se despertó en su primer Día de la Madre en una sala psiquiátrica, aún convencida de que todo era un plan en su contra.
Eso, curiosamente, la ayudó a mejorarse.
"Estaba segura de que todos planeaban quitarme a Jet en un juicio por la custodia y que estaban haciendo todo eso para reunir evidencia", cuenta.
"Pensaba que si no asistía a todas las reuniones, comía todas mis comidas, tomaba todos mis medicamentos, dirían que no estaba cooperando en el hospital. Así que quería parecer una buena madre para poder ganar esa batalla legal".
Poco a poco, tuvo que aprender a confiar en sí misma y en Hugo.
"Hubo un momento en el hospital que lo acusé diciéndole que sabía que estaba planeando deshacerse de mí y le dije cosas horribles. Recuerdo que él simplemente se arrodilló, me tomó las manos, y me dijo que estaba enferma y que no era mi culpa".
"La forma en que me habló hizo que todo lo demás se volviera borroso y fue la primera vez que lo vi", narra Laura.
"Él me sacó de la psicosis. Estaba tomando muchos medicamentos, pero el amor es definitivamente la medicina que me sanó".
Laura se recuperó después de dos semanas en el hospital y ahora comparte sus experiencias para ayudar a otros.
"Siento que he visto a los monstruos del mundo y todavía amo el mundo aún más", dice Laura, y añade: "Pero me hubiera gustado que alguien me hubiera hablado de las enfermedades mentales, cómo son, pero también cómo pedir ayuda".
"La enfermedad no discrimina. Puede sorprender absolutamente a cualquier persona y cualquier cosa puede desencadenarla", explica.
Plasmó sus memorias en What Have I Done? Motherhood, Mental illness & Me ("¿Qué he hecho? La maternidad, la enfermedad mental y yo"), publicado en 2020.
Tanto ella como su marido son embajadores de la organización benéfica Action on Postpartum Psychosis.
Recientemente Laura publicó I love you. I love you. I love you ("Te amo. Te amo. Te amo"), una novela basada en su historia con Hugo.
La depresión posparto y la psicosis posparto son dos afecciones de salud mental distintas pero potencialmente graves.
Depresión posparto
La depresión posparto puede interferir con la capacidad de cuidar al bebé y realizar otras tareas diarias. Si no se trata, puede durar muchos meses o más.
Los síntomas pueden incluir:
- Estado de ánimo depresivo o cambios graves de humor
- Dificultad para establecer un vínculo con el bebé
- Perder el apetito o comer mucho más de lo habitual
- Insomnio o dormir demasiado
- Terrible fatiga o falta de energía
- Intensa irritabilidad, ira, desasosiego, desesperanza, ansiedad y ataques de pánico
- Pensamientos recurrentes de muerte o suicidio
Psicosis posparto
La psicosis posparto es menos común pero más grave: puede causar pensamientos o conductas que ponen en riesgo la vida y requiere tratamiento inmediato.
Entre los síntomas están:
- Sensación de confusión y desorientación
- Pensamientos obsesivos acerca del bebé
- Alucinaciones e ideas delirantes
- Problemas de sueño
- Demasiada energía y malestar
- Paranoia
- Intentos de la madre de lastimarse a sí misma o al bebé
* Fuente: Clínica Mayo