Aproximadamente cada 11 años, el sol pasa de un punto bajo de actividad solar, conocido como mínimo solar, a un máximo solar y viceversa. Aunque no se ha encontrado una explicación para este ciclo, los astrónomos han podido observar este patrón desde que se registró el llamado Ciclo Solar 1, que ocurrió entre 1755 y 1766. Actualmente nos encontramos en el ciclo Ciclo Solar 25, que comenzó oficialmente en diciembre de 2019, según la NASA.
En abril de 2019, el Panel de Predicción del Ciclo Solar 25, formado por docenas de científicos de la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), publicó su pronóstico para el Ciclo Solar 25, sugiriendo que el máximo solar probablemente comenzaría en algún momento de 2025 y sería comparable en tamaño al máximo del Ciclo Solar 24, que alcanzó su punto máximo inusualmente tarde entre mediados de 2014 y principios de 2016 y fue bastante débil en comparación con los máximos solares anteriores.
Un ciclo solar que se sale de las predicciones
Sin embargo, lo que los astrónomos observan, parece no coincidir con las predicciones: el máximo solar podría llegar antes y con más fuerza de lo previsto. El número de manchas solares, por ejemplo, ha sido mucho mayor de lo previsto y el 28 de octubre de 2021, un enorme estallido solar provocó reacciones que fueron perceptibles por instrumentos en la Tierra, la Luna y Marte por primera vez casi simultáneamente. La revista Geophysical Research Letters ha publicado un estudio sobre los efectos de esta tripleta solar el pasado 2 de agosto.
En la Tierra, nuestro campo magnético actúa como un escudo contra las erupciones solares más peligrosas. Pero la Luna y Marte carecen de esta magnetosfera protectora, lo que significa que llega mucha más radiación a sus superficies.
Aunque incluso en la Tierra las erupciones solares pueden llegar a tener efectos. A principios de julio de 2023, una de estas erupciones provocó un apagón de radio parcial en Estados Unidos. Según expertos, las fuertes tormentas solares también pueden generar corrientes eléctricas en Tierra, dañando las infraestructuras metálicas, incluidas las antiguas redes eléctricas y las líneas de ferrocarril.
Riesgo para los astronautas
También en las personas que se encuentren en el espacio la radiación puede tener un efecto negativo. En astronautas puede provocar irritación de la piel, náuseas, trastornos sanguíneos, debilitamiento del sistema inmunológico e incluso cáncer. Se considera que una dosis peligrosa ronda los 700 miligray (1 gray es una unidad de radiación). Para hacerse una idea: la radiación de la eupción de octubre de 2021 sólo fue de 31 miligray.
Aunque esta erupción no fue lo suficientemente potente como para enfermar a un ser humano, sí lo podrían ser casos con más radiación. Es por eso que los astronautas se poponen estudiar dónde y cómo las erupciones solares afectan a cuerpos más allá de la Tierra, para así desarrollar el blindaje necesario para proteger a los futuros astronautas.