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Dificultad para dormir: síntoma común del COVID prolongado

Diversos estudios realizados en todo el mundo demuestran que, además de síntomas como la dificultad para respirar, los pacientes con COVID prolongado padecen con frecuencia insomnio y otros problemas del sueño.

24horas.cl

Deutsche Welle

Lunes 9 de enero de 2023

Toser con dificultad para respirar. Temblar con escalofríos o sudar con fiebre. Preocupación por saber a quién pueden haberle estornudado encima en los últimos tres días. No son pocas las razones por las que las personas con COVID-19 pueden tener problemas para dormir.

Pero según varios estudios, los problemas de sueño en pacientes con infecciones por coronavirus pueden persistir también una vez superada la fase aguda de la enfermedad. Diversos equipos de investigación de todo el mundo han analizado cómo duermen las personas que han padecido COVID o que padecen COVID de larga duración, y han descubierto que muchos informan de los llamados "trastornos del sueño". Este término hace referencia a problemas para dormirse o permanecer dormido durante toda la noche.

El más conocido de estos problemas es el insomnio. Quienes lo padecen tardan mucho en dormirse, se levantan varias veces durante la noche o se despiertan temprano por las mañanas.

Problemas de sueño durante y después de la infección por coronavirus

Los estudios demuestran que los problemas de sueño tras padecer COVID existen a nivel poblacional. Un metaanálisis de 250 estudios con más de 493.000 participantes de 49 países reveló que el 52 por ciento de las personas con COVID-19 sufren trastornos del sueño durante la infección.

De nuevo, no es sorprendente, pero sigue siendo información relevante para una paciente de COVID que pasa la noche en vela, frustrada porque el sueño se le escapa cuando más necesita descansar.

Como sabe cualquiera que haya buscado en Google sus síntomas de COVID, "no estás solo" es a veces un consuelo, aunque no ayude a aliviar los síntomas.

En un estudio observacional de 2022, investigadores estadounidenses equiparon a 710 participantes con dispositivos sanitarios portátiles que registraban sus frecuencias respiratoria y cardíaca, la saturación de oxígeno y la variabilidad cardíaca, entre otros factores.

Utilizando estas variables, descubrieron que los 122 pacientes con COVID prolongado no solo dormían menos por noche en comparación con los 588 participantes del grupo de control que no habían tenido COVID, sino que su calidad del sueño también era inferior.

En otro estudio, publicado en la revista e-Clinical Medicine, los investigadores enviaron cuestionarios en línea y encuestaron a 3.762 participantes de 56 países que habían padecido COVID prolongado entre junio y noviembre de 2020. Casi el 80 por ciento de los participantes declararon trastornos del sueño, con mayor frecuencia, insomnio.

Que los factores fisiológicos, psicológicos o ambientales (o una combinación de ellos) sean los responsables de la falta de sueño y de una peor calidad del mismo varía de un paciente a otro.

¿Por qué importa la falta de sueño?

Una noche con menos horas de sueño no es solo una experiencia desagradable que dificulta la concentración o incluso el funcionamiento como ser humano al día siguiente. Nuestro cuerpo también aprovecha el tiempo que pasamos en el país de los sueños para regenerarse y reforzar la capacidad de nuestro sistema inmunitario para combatir las infecciones.

El sueño facilita la redistribución de las células T a los ganglios linfáticos del cuerpo. Las células T son los glóbulos blancos que desempeñan un papel central en la respuesta inmunitaria, liberando anticuerpos que matan las partículas de virus.

Además, la conservación de recuerdos clave y el procesamiento de nueva información, así como la eliminación del exceso de información, tienen lugar mientras dormimos. Dormir después de estudiar, por ejemplo, puede convertir la información en memoria que se almacena en nuestro cerebro. Y el sueño prepara nuestro cerebro para aprender nueva información al día siguiente, según la Fundación independiente del Sueño, dirigida por investigadores y médicos estadounidenses.