Alex Abrego (48) es uno de los tantos reos de la megacárcel de El Salvador. Tiene una condena de 269 años. Según contó Belarmino García, Director del recinto, está vinculado al Caso Vista al Lago, uno de los más emblemáticos en el país centroamericano.
En 2016, un grupo de pandilleros de la Mara Salvatrucha privó de libertad a cuatro efectivos militares: los torturaron, los asesinaron y los dejaron enterrados en fosas clandestinas.
—Este es el tipo de perfil criminal que nosotros tenemos acá en el Centro de Confinamiento al Terrorismo (Cecot) —enfatiza García.
Abrego fue uno de los responsables. Sus tatuajes son evidencia de su militancia pandillera. Por esa razón, el Director de la cárcel lo eligió para una entrevista de sólo cinco minutos con Informe Especial.
Su testimonio deja claro desde un inicio su nivel de peligrosidad.
—Me he visto involucrado en diferentes delitos de homicidios. Y andamos en un aproximado de 500 delitos entre homicidios, secuestros, privación de libertad, agrupaciones ilícitas, terrorismo, etcétera —reconoce con liviandad.
La historia de Álex contiene múltiples episodios de violencia, que el mismo admite lo hacen merecedor de una condena en prisión. Sin embargo, muchos otros salvadoreños relatan que han debido vivir la misma experiencia pese a no contar con ese nutrido historial. Acusan la injusticia de un sistema que los ha perseguido sin razón. Si bien nadie está dispuesto reclamar abiertamente, por temor a represalias, el libro "Historias al margen, sobrevivir al régimen de excepción en El Salvador" entrega luces de los excesos y arbitrariedades. En simple, violaciones de derechos humanos.
Con todo, la situación en las calles es diametralmente opuesta a la registrada por el mismo Alejandro Meneses el 2008. En la línea divisoria entre los territorios de las pandillas rivales, donde antes había enfrentamientos y muerte, hoy hay tranquilidad relatan los habitantes del sector. Y muchos vecinos lo agradecen.
"No se hagan de pandillas"
Alex Abrego recibió a IE esposado de pies y manos, y con su cabeza rapada, como todos los internos. No eludió ninguna pregunta.
—¿Por qué estás acá?
—Por múltiples delitos.
—¿Qué delitos?
—Homicidios, privación de libertad, secuestros, extorsiones, agrupaciones ilícitas.
—¿Cómo entraste a esa pandilla?
—Yo entré a la pandilla siendo joven, como de 14 años.
—¿Qué hacías para entrar?
—Nada más tener voluntad de ser miembro del grupo criminal.
—¿Hicieron el proceso de iniciación cuando te golpearon?
—Sí, me brincaron y todo eso, y luego me explicaron parte de las reglas y normativas y fundamentos de la pandilla.
—¿Cuáles eran esas reglas, cuáles eran esos fundamentos?
—Una, no traicionar a la pandilla, ir a matar al contrario, llenarle su territorio, hacer crecer miembros, expandir la venta de droga, extorsionar, asesinar a todo aquel que fuera sospechoso en nuestros territorios.
Pero la situación al interior del Cecot es distinta. No existen disputas entre las pandillas rivales. Hoy deben compartir hasta el baño.
—¿Y qué pasó acá adentro cuando se enfrentaron con los pandilleros enemigos?
—Han habido treguas, han habido acuerdos tratados entre ellos, no agresión.
—¿No hay peleas acá dentro de la cárcel?
—No hay peleas, no hay agresión porque hay un pacto entre pandillas.
Su condena acumula cientos de años de prisión y sumando.
—¿Qué pasó cuando llegó el Presidente actual, Nayib Bukele, al poder? ¿Qué pasó con las pandillas?
—Para la pandilla puede ser un problema, pero la verdad es que los que ya pensamos diferente, para la sociedad, para nuestra familia es de mucha ayuda. Es bueno lo que han hecho por el pueblo salvadoreño, porque pandilleros quizás no somos ni 100.000 en el país y los habitantes andamos entre millones. Entonces es mejor que estén los millones y no los cienes (Sic).
Los cinco minutos pasaron muy rápido. La última pregunta fue abierta, para que pudiera entregar un mensaje de la situación de los pandilleros al interior del Cecot.
—¿Qué le diría a los chilenos sobre lo que está pasando actualmente en las cárceles?
—Lo que le hago ver a la sociedad entera y al mundo entero, a la niñez, a la juventud, es de que no se hagan de pandillas, porque aquí van a vivir encarcelados igual que nosotros. Todo aquel que desobedezca a Dios y a las leyes terrenales de nuestro país o de cualquier país del mundo.
En definitiva, parece aceptar su realidad, pese a la mano dura.
Mano de hierro
Belarmino García destaca el rigor del Cecot. Una muestra de ello es la sala de castigo de la cárcel. No hay nada de luz. Sólo es posible ver algo cuando el Director prende una linterna. En ese lugar una persona puede pasar hasta 15 días, según faculta la ley, en caso de indisciplina.
—Acá pasan aquellos sujetos que han cometido alguna infracción grave. Una de estas infracciones puede ser agresión entre la misma población interna o agresión al personal penitenciario —explica García.
Es parte de las instalaciones especialmente diseñadas para aislar y castigar a los pandilleros.
—Hay sujetos que tienen un historial delincuencial de robos, homicidios, secuestros, violaciones. Entonces, la sumatoria de toda esa infinidad de delitos, a muchos de ellos los ha llevado a tener condenas tal vez por más de mil años.
En el pasado, afirma, estos sujetos salían riéndose de los tribunales, porque no había cómo condenarlos. De modo que salían libres y salían a cometer otra gran cantidad de delitos. Por ello, en el marco de las reformas realizadas por el Presidente Bukele, Belarmino explica que hoy no es necesario que un sujeto cometa un delito para sentarlo en el banquillo de los acusados.
—Ahora, la pertenencia, el portar un tatuaje alusivo a la MS-13 o la 18 es delito. La pena mínima es de 20 años —recalca.
El escenario es evidentemente distinto al que se veía en 2008. Había una línea divisoria en los barrios. A un costado la Mara Salvatrucha (MS) y al otro la 18. Ahí se encontraban, enfrentaban y asesinaban.
Pero 15 años después, en el mismo punto, todo parece un barrio residencial donde la violencia es parte del pasado. La colonia San Francisco que pertenecía a la pandilla 18. Cruzando la calle, en el barrio Las Margaritas, la colonia correspondía a la MS.
De la guerra a barrio residencial
Alejandro Meneses decide recorrer solo el barrio para captar una impresión lo más real posible. Los vecinos del sector, en conversación con Informe Especial, hacen notar el cambio.
—Esta era una zona caliente, una zona peligrosa.
—Sí, una zona bien peligrosa.
—¿Cómo es hoy día?
—Tranquilo, tranquilo. Aquí caminamos hasta altas horas de la noche y no hay ningún problema.
A pocos kilómetros del lugar, en el sector La Campanera, el gobierno hizo entrega a la comunidad de una plaza conmemorativa. Hace unos años, allí violaron y asesinaron a una vecina. Por ese entonces, fue un crimen más de un barrio tomado por la 18.
El cambio se realizó de la mano de una recuperación estatal, cuenta Michelle Sol, Ministra de la Vivienda de El Salvador.
—Acá son poco más de 2.000 viviendas, casi la mitad estaban intervenidas por las organizaciones criminales. Eran 900 viviendas, que ya las hemos recuperado todas. Comenzó una nueva etapa en La Campanera y todo comenzó desde la vivienda, desde recuperar esa vivienda y poderle dar el sentido de un hogar —enfatiza.
Para eso, se borraron los murales alusivos a la pandilla y toda señal de sometimiento criminal. María lo retrata así. Atiende un kiosco en el barrio hace 10 años. Según cuenta, antes, todos los meses debía pagarle a la pandilla un porcentaje de sus ganancias.
—Antes nos acostábamos más temprano, pues no podíamos andar tan noche y ahora son las 11 y ahí andamos (ríe).
—¿Estás contenta?
—Sí, estoy feliz. Nos sentimos seguras, nos sentimos bien y más que todo por nuestros hijos, porque son jóvenes y ahí andan tranquilos.
Los testimonios así abundan.
—Acá no entraba nadie. La verdad que el que no vivía acá no podía entrar, por el tema de las pandillas contrarias. No podíamos estar ni seguros dentro de nuestras casas, porque ni ahí era seguro, pero ahora en día todo ha cambiado, gracias a Dios —explica otra vecina.
—Aquí (mandaba) la 18 —cuenta otra—. Sí, nosotros estuvimos a punto de irnos de acá. El problema era que si nosotros nos íbamos de acá teníamos que ir a parar a una colonia donde vivieran los mismos.
Pero eso es ya parte del pasado. Hoy entran los repartidores, los servicios básicos, los bomberos y los pobladores se mueven seguros dentro del barrio.
Al caminar unas cuadras queda en evidencia el cambio. En esas mismas zonas, hace 15 años, todo era muy diferente. Por ejemplo, todas las casas tienen numeración hoy día.
—Está bonito, está cambiando bastante la colonia.
—¿Usted se siente más segura?
—Sí, claro que sí. Porque ahora puede uno caminar por todos lados y tranquilo. Estamos bien.
Trabajo para reducir condena
La otra parte clave de la estrategia salvadoreña es que mantienen a los reos comunes, condenados por delitos menores, en recintos diferenciados. Y a diferencia de los recluidos en el Cecot, ellos pueden optar a beneficios... si cooperan con trabajo. Precisamente gracias a ellos se construyó en tiempo récord la megacárcel de Bukele.
—Esta es la facultad de construcción. Aquí tenemos a 6.000 internos que desde la mañana, 24 horas, ellos están aprendiendo a construir, porque próximamente ellos son los próximos a que van a salir a construir los hospitales, las escuelas, las calles del Salvador —destaca René Martínez, Coordinador Educativo del Penal La Esperanza.
Todo es fruto de un plan llamado Cero Ocio, que es desarrollado en diversas áreas de especialización técnica, no sólo en la construcción.
Juan José Montano, Director del Centro Penitenciario La Esperanza, explica que en el recinto tienen una población total de 27.800 internos incorporados en todos los talleres y aulas de aprendizaje, tanto teóricas como prácticas. Hay 10 facultades y pueden elegir la que les ofrezca mayor desarrollo de sus habilidades y talentos.
—Por cada día de trabajo son compensados con dos días menos de su condena. Muchos internos se van anticipadamente antes de pagar su condena por todo el trabajo que han realizado durante años acá. Es el primer sistema penitenciario, único en el mundo, que tiene estos sistemas educativos avanzados para los privados de libertad —enfatiza.
Kevin Carranza, por ejemplo, está hace tres años cumpliendo condena por microtráfico. Hoy es el encargado de línea blanca, supervisa la labor de las 95 personas que conforman el taller. Él es actualmente el técnico especialista en aire acondicionado. Así ha logrado reducir su condena.
—Nuestra labor es darle mantenimiento y solución inmediata a cualquier problema que presente todo equipo eléctrico dentro del penal.
Y el servicio técnico nunca está cerrado.
—Son 24 horas, los siete días de la semana. Son tres turnos de ocho horas cada turno, por los descansos. Para mí, ahora que yo vuelva a salir a las calles, ya no voy con la mentalidad de seguir delinquiendo o volver a traficar drogas. Voy con la mentalidad de venir y trabajar en un taller o crear un negocio propio —asegura Kevin.
Pero para ser alumno y luego trabajar y poder disminuir la condena, hay dos requisitos indispensables.
—Antes de adquirir una habilidad laboral, van a un programa conductual, normas y reglas de conducta, respeto a la autoridad, valores, respeto a mis compañeros, higiene personal. Son normas de adaptación dentro del sistema penitenciario —enfatiza René.
Una vez aprobado el programa conductual, todos pueden entrar a la facultad que elijan siempre y cuando cumplan con la exigencia más importante: que no sean pandilleros.
En los talleres es posible ver vehículos policiales, una ambulancia. Y tiene de todo: pulido, pintura, desabolladuría, tapicería, todo lo que un vehículo puede requerir.
Actualmente, en el recinto hay 19.000 reos comunes capacitándose, trabajando y descontando días de su pena, aportando al Estado para levantar hospitales, carreteras y la cárcel más grande de Latinoamérica.
—(El Cecot) representa el monumento más grande de la justicia en El Salvador jamás construido —afirma el Ministro de Justicia, Gustavo Villatoro.
—¿En cuánto tiempo lo construyeron?
—En nueve meses.
—¿Cómo hicieron eso?
—Eso es parte de todo este anhelo de poder involucrar a todas las fuerzas, las empresas más fuertes de este país y contra todo pronóstico. De un día para otro nos quedamos incluso sin cemento. Tuvimos que recurrir a los países vecinos para poder importar ese cemento que necesitábamos y junto con toda esta mano de obra de estos reos de cero ocio, pues logramos hacerlo en ese tiempo. Es parte de la determinación, de la negación de que algo es imposible.
Sobreviviendo al régimen de excepción
No obstante, el cambio de timón no ha sido completamente color de rosas. Aunque nadie se atreve a decirlo en cámara —según advirtieron, por temor a represalias— el libro "Historias al margen, sobrevivir al régimen de excepción en El Salvador" entrega luces de llas denuncias de los excesos y arbitrariedades del sistema empujado por el Gobierno de Bukele.
Dayana se encontraba en su casa lavando ropa cuando llegaron miembros de la Policía Nacional Civil. Su audiencia inicial fue 17 días después, un periodo corto en comparación con otras personas detenidas. Se desarrolló de manera virtual y en ese momento se dio cuenta que la estaban vinculando con estructuras de la MS13 y con personas que ella,asegura, ni siquiera conocía.
Estuvo seis meses encerrada en el penal de Apanteos. Cada día era una constante lucha por sobrevivir en una celda con otras 200 mujeres. El hacinamiento era tanto que había días que no podía moverse a ningún lugar y permanecía acostada boca arriba. La celda tenía unos 20 cáteres.
Ante ello, el padre y la madre de Dayana comenzaron una incansable tarea para sacar todos los papeles necesarios para comprobar la inocencia de su hija. En una de las marchas fue entrevistado y expresó su descontento con el régimen de excepción.
Pero ese mismo día, asegura, los agentes de la PNC llegaron al negocio de la familia y detuvieron al papá y al hermano menor de Dayana.
Es uno de los tantos casos que retrata el libro. Así como tantos otros.
—Me informaron que iba a quedar detenida porque en el sistema parecía fichada.
—El consumo de agua era limitado a un vaso diario y no siempre era agua limpia.
—Recibía tres tiempos de comida al día. Sin embargo, esta se encontraba en mal estado, ya que se hacía con productos que habían caducado.
Muchas detenciones, según denuncia el movimiento de víctimas del régimen, fueron realizadas de manera arbitraria por el Gobierno de Nayib Bukele.
—Bukele hoy ha aceptado que el 10% son inocentes de los que ha capturado. Gente que ha muerto en las cárceles, gente que les destruyeron su familia, su hogar, su trabajo. Han salido libres, pero no han salido libres porque hoy están privados en su casa. No tienen libertad para salir del país. No pueden encontrar un trabajo porque tienen los antecedentes manchados —detalla Samuel Ramírez, coordinador del Movimiento Víctimas del Régimen (Movir).
Así lo dijo el propio mandatario hace un tiempo.
—Obviamente las operaciones no son perfectas y, pues, sin ninguna intención de dañar a una persona inocente, algunos inocentes fueron capturados de la misma manera que lo son en Francia, en Alemania, en Japón. Y en todos los países del mundo. Y estamos liberándolos, ya hemos liberado 8.000 personas —aseguró.
Ana Piquer, Directora Regional de Amnistía Internacional, cuestiona el modelo.
—Esto no es sostenible. Hoy día, 3 de cada 100 hombres en El Salvador están presos. Tenemos información de al menos 300 personas que han muerto bajo custodia estatal. Las detenciones, las estimaciones de la sociedad civil están entre 70.000 y 80.000 detenciones durante el período del estado de excepción —subraya.
Luego de dos años de funcionamiento, el Centro de Confinamiento para el Terrorismo (Cecot) no tiene cifras oficiales de cuántos pandilleros están —actualmente— en prisión cumpliendo condenas. Al ser consultados indicaron que no pueden transparentar esos antecedentes por medidas de seguridad.
Con todo, organismos de derechos humanos internacionales y al interior de El Salvador —permanentemente— han denunciado que, en esta cárcel, se pueden estar cometiendo crímenes de derecho internacional como la tortura.