El volante Jaime Ramírez despunto hacia finales de los 80' como una de las mejores cartas jóvenes del fútbol chileno. Tras cumplir grandes campañas en Unión Española, el escurridizo agente ofensivo llegó hasta la selección nacional.
¿Su futuro? Todo hacía presagiar éxitos a niveles deportivo y personal. Su llegada a la Universidad de Chile así parecía confirmarlo; sin embargo, su historia dio un giro en 180 grados.
"Gané dinero, jugué en las selecciones, en Copa América. Estuve en dos eliminatorias. Me fue bien en lo económico, pero me fue mal en la vida. Probé la droga y el acohol", confiesa en su primera entrevista ante las cámaras.
“Estuve a la orilla ocho meses. Me vestía, me bañaba y no hacía nada. Eso me llevó a trasnochar, a consumir cosas, a beber demasiado, a tener descontrol en mi familia, con mi compañera. Hasta con mi economía", señala indicando que en algún momento de su carrera llegó a ganar "hasta siete millones de pesos mensuales".
"Fue Dios quien me sanó. Yo nací, morí y volví a vivir", cuenta junto con confesar sus problemas familiares que lo llevaron a reencontrarse con su hija tras 14 años de separación. "Hace menos de seis meses conocí a mi hija que la dejé a los 4 años. Ahora tiene 18. Me quedé callado, no hallé que hablarle. Me duele decir que yo nunca fui papá", asegura.
Pero Jaime Ramírez no se rinde. Desde su experiencia invita a las autoridades y al mundo del fútbol a no solamente preocuparse de la pelota. “Hay niños que quedan en el camino. Hay niños que quedan por el alcohol y por las drogas. Yo creo que en un tiempo más va a haber otro Jaime Ramírez que le va a pasar a esto”.