En Río de Janeiro las tortugas vuelven a nadar a sus anchas gracias a que el COVID-19 obligó a los cariocas a encerrarse, lo que ayudó a descontaminar las aguas de la icónica bahía de Guanabara y de playas que por años permanecieron turbias en la ciudad más emblemática de Brasil.
Desde que comenzó a implementarse el confinamiento social en la "cidade maravilhosa", lugares que antes eran foco de alta polución marina, como la bahía de Guanabara, que baña las playas de la zona norte de Río de Janeiro, o las playas de Botafogo y Flamengo, tienen hoy sus aguas más cristalinas.
En la bahía de Guanabara ya se pueden ver peces y tortugas nadar bajo sus aguas, ahora cristalinas por la disminución del número de embarcaciones navegando a causa de la pandemia.
Según la Capitanía de Puertos, Guanabara recibía mensualmente cerca de 250 embarcaciones de mediano o gran porte.
La bahía, una de las más importantes de Brasil, durante años ha agonizado con el tema de la contaminación, que, además de provenir de las embarcaciones, es causada por aguas residuales domésticas e industriales y por la falta de compromiso de las autoridades gubernamentales, que durante años han prometido limpiar sus aguas sin resultados visibles hasta ahora.
Lo mismo ocurre por esta época en la playa de Botafogo, sede del Club de Yates de Río y una de las más contaminadas de la ciudad, que tenía un panorama completamente diferente este lunes.
En lugar de las aguas turbias que la caracterizan, el mar cristalino de hoy permitía ver la arena en el fondo e incluso a las tortugas nadando a sus anchas y disfrutando del nuevo paisaje marino, según constató Efe.
Aunque todavía se puede ver basura flotando en las aguas, la contaminación que deja el combustible de las embarcaciones -y los continuos escapes del carburante- ha bajado sustancialmente con la caída del tráfico marítimo tanto en la bahía como en la playa de Botafogo.