Click acá para ir directamente al contenido

Atrapadas en el Líbano: las empleadas domésticas migrantes no pueden huir de la guerra

Al menos 250.000 trabajadoras domésticas extranjeras se registran en el Líbano, y ONG denuncia que hay "esclavitud moderna".

24horas.cl

EFE

Lunes 7 de octubre de 2024

 Tras la puerta acorazada del último piso de un edificio del barrio de Daura de Beirut, una veintena de mujeres y niños africanos solo piensan en "volver a casa" para huir de los bombardeos de Israel. Sin embargo, estos migrantes están atrapados en el Líbano sin dinero ni pasaportes, en manos de "empleadores" que han escapado del país o bien rechazan devolvérselos.

Mariama es una de las alrededor de 250.000 trabajadoras domésticas extranjeras en el Líbano, donde varias ONG denuncian que existe una suerte de "esclavitud moderna" bajo el sistema de 'kafala' o patrocinio, un régimen de explotación que somete a los migrantes a la voluntad de sus empleadores, así como su estatus legal en el país.

"Quiero volver a mi casa por la situación en el Líbano. Pero estoy sin trabajo y mi patrocinador se ha quedado con mi pasaporte", denuncia a EFE esta mujer de 30 años originaria de Sierra Leona.

Aterrizó en Beirut hace un lustro pensando que iba a trabajar como enfermera en un hospital, pero su patrocinador le dijo que tenía que hacer de empleada doméstica. Al negarse, fue abofeteada y encerrada durante una semana sin agua ni comida hasta que se resignó y aceptó hacerlo "para sobrevivir", relata.

Más desamparadas que nunca

Mariama llegó hace una semana a esta antigua parroquia transformada en albergue por Cáritas, que ayuda a alrededor del 30 % de los más de 170.000 desplazados registrados en refugios habilitados por el Gobierno libanés en todo el país tras el inicio de la guerra, asegura a EFE el responsable de comunicación de la ONG, Mazen Moussawer.

Entre las 1,2 millones de personas obligadas a abandonar sus hogares por los bombardeos israelíes están muchas mujeres migrantes e indocumentadas que quedaron completamente desamparadas.

Según Moussawer, muchas de ellas fueron "dejadas atrás" por sus empleadores, que huyeron de sus casas, mientras que otras optaron por quedarse por miedo a ser arrestadas por su situación irregular o bien ser encontradas por los agentes que las contrataron en un primer lugar para ir derivándolas de casa en casa.

Mariama huyó de la casa en la que trabajaba en los suburbios meridionales de Beirut, el Dahye, cuando los bombardeos de Israel se convirtieron en rutina y destruyeron gran parte del arrabal, por lo que tuvo que dormir en la calle durante tres días con "miles" de personas más, explica.

Una voluntaria de Cáritas la encontró y la acompañó al refugio, donde ha encontrado una paz momentánea junto con otras personas en su misma situación como Sharon, una keniana de 31 años llegada hace tan solo cuatro meses.

Como tantas, fue "engañada" por unos agentes en Kenia que le ofrecieron un trabajo de oficina en Beirut que le permitiría pagar el tratamiento de su marido, que padece cáncer. Pero al llegar, le dijeron que se tenía que hacer cargo de una anciana que la maltrataba, no la dejaba salir de casa y le negaba el sueldo.

Sharon asegura llorando que el hombre que también vivía en la casa la violó: "No podía decírselo a nadie, tenía mucho miedo por mi seguridad. Incluso si lo hubiera denunciado, nadie hubiera hecho nada, así que decidí callarme porque no hay nada que pueda decir para que me crean".

La joven consiguió huir con el pretexto de la guerra y encontró el refugio, donde piensa esperar hasta que sepa a ciencia cierta que podrá regresar a Kenia, pero su pasaporte está en manos del agente.

Sin lugar al que regresar

Massai se acaricia la barriga con cuidado mientras cuenta los días para que nazca su bebé. Embarazada de siete meses, esta etíope de 31 años vivía con su marido sudanés en Nabatiyeh, en el sur del Líbano, una de las localidades más castigadas por los ataques israelíes, que han causado ya al menos 2.000 muertos.

"Cuando empezó la guerra y los bombardeos caían cerca no podíamos salir", cuenta la mujer, que fue evacuada en una ambulancia hasta Sidón y luego a Beirut, donde se quedó en la calle hasta que unos voluntarios la llevaron al refugio.

Su situación era diferente a la de las demás, porque trabajaba limpiando casas, vivía en un piso alquilado y tiene el pasaporte consigo, pero no sabe qué hacer mientras intenta localizar a su marido, que se quedó atrás en Nabatiyeh.

"No tengo casa en Etiopía, hay muchos problemas y toda mi familia está muerta... Mi marido es de Sudán, que también está en guerra, y no tengo dinero para ir a otro país", lamenta.