Entender el fenómeno y lo que significa la violencia vicaria "me ayudó a pederle el miedo", indicó Fabiola, el nombre ficticio de una de las víctimas, cuya identidad será resguardada.
Se ha cambiado de casa en innumerables ocasiones para que su expareja y padre de su hijo no la encuentre. Podría ir a la cárcel por desacato al no respetar el régimen de visitas, pero el temor de ser asesinada o que maten a su hijo, la tienen viviendo en la clandestinidad.
De acuerdo con su relato, se conocieron cuando ella era adolescente, él era 11 años mayor, y luego de culminar la enseñanza media se casó y conviritó en madre rápidamente. Dependía 100% de él.
"Me sentía inútil y pensé que no podríamos vivir sin él", indicó. Llegó a soportar violencia física, psicológica, sexual, económica, judicial y vincular, pero la que más le dolió fue la ejercida contra su hijo, un niño con necesidades especiales: "Me dijo que quería matarlo".
Luego de la separación, el hombre la demandó para exigir visitas, el Tribunal de Familia la acogió. "Estaba todo el fin de semana pensando que iba a matar a mi hijo, es de lo más doloroso que puede haber", aseveró Fabiola.
Al respecto, Bárbara Porter, la realizadora del primer estudio de violencia vicaria en Chile, puntualizó que "a través de la visita perpetúa la violencia".
Otro caso es el de Constanza, quien siempre sufrió violencia, incluso, estando embarazada.
La víctima enfatiza en que "una de mis hijas le tiene pánico a su padre", ya que por los constantes maltratos retrocedió en el lenguaje y volvió a usar pañales.
"Tengo cinco peritajes, corroborando el relato de mi hija, y aún dicen que 'no fue así, porque quiere ver a sus niñas'", criticó la afectada.
El tema está siendo abordado hace 5 años por el Poder Judicial, a través de la Secretaría de Género y No Discriminación, capacitando a los integrantes, en especial a los jueces. Además, el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género le dará urgencia el proyecto de ley integral para una vida libre de violencia impulsado por la expresidenta Michelle Bachelet.
Cabe destacar que estudios de neurociencia dan cuenta de que el solo hecho de haber sido testigo de violencia contra la madre genera traumas y cambios significativos en el sistema nervioso, provocando ansiedad y depresión en la adultez y una expectativa de vida de 20 años menos.