Bajo cuatro capas de pintura sintética que cubrían el altar mayor de la iglesia de San Pedro de Atacama, se encontraban ocultos dos ángeles. Dos pinturas de las que no se tenía registro y que se han descubierto durante la restauración del monumento.
Aún se está investigando su origen, pero podría ubicarse en el siglo XIX y, según los investigadores encargados, podrían corresponder a ángeles turiferarios de traza “indígena al compararla con ángeles de la época en templos bolivianos”, asegura un informe del equipo de restauración de la iglesia.
“El ángel derecho de la hornacina se conserva prácticamente en su totalidad, y representa un ángel hincado con un incensario en la mano derecha”, sostiene el texto. “El izquierdo presenta una pérdida de más del 60%; sin embargo, afortunadamente el rostro, la mano inferior y parte del incensario se conservan y nos permiten deducir que tiene la misma morfología que el derecho”.
Las imágenes fueron realizadas con pinturas al óleo y pan de oro. Dado su valor patrimonial, se ha dejado una ventana para que cualquiera pueda disfrutarlas, una vez que estén completamente restauradas.
Pero estos ángeles no son el único hallazgo desde que comenzaron los trabajos para la reconstrucción del templo en agosto de 2014. Se han descubierto “cerámicas, restos óseos, herramientas” tanto del período prehispánico y colonial, señala Cristián Heinsen, el coordinador del proyecto que gestiona la Fundación Altiplano. “Se van resolviendo dudas con respecto al valor patrimonial” a la par que avanzan las obras, asegura, las que se encuentran en un 70% de su ejecución.
EL PUEBLO, PARTE ACTIVA
Construida en 1557, la iglesia de San Pedro de Atacama sufrió su primer desastre en 1839, cuando hubo que reconstruir el templo por completo. Se aprovechó en aquel momento para construir el retablo, que data de 1844.
Tras la Guerra del Pacífico, bajo la soberanía chilena, se pide que se modifique a finales del siglo XIX. Durante el siglo XX apenas existe información de los cambios que va sufriendo el retablo de retícula colonial. Cada vez que se pintaba, se simplificaba la composición original.
“El desgaste natural del tiempo, el uso, los daños provocados por la humedad y los sismos reiterados han provocado daños bastantes importantes”, señala Heinsen. “Durante siglos estos templos solo han sido sostenidos por las comunidades”, por lo que se requiere un trabajo profesional para recuperar un patrimonio, “tangible e intangible”, pues en torno a la iglesia se congrega las fiestas, tradiciones y cultura de toda la comunidad.
“Nuestro trabajo no es de cuatro paredes”, dicen desde la Fundación Altiplano. Se trata de un trabajo coordinado por esta organización, especialista en iglesias andinas (que mezclan la tradición hispana e indígena), con fondos del gobierno regional, que destinó 780 millones de pesos, y con 40 personas en la ejecución, de las que casi 30 son vecinos de la localidad.
Se trata de integrar a los propios ciudadanos en la restauración y conservación de su iglesia de adobe con techumbre de cáctus. Un trabajo que no sólo consiste en restaurar, sino en reforzar la estructura con técnicas antisísmicas modernas, pero sin perder el atractivo de antaño.
Está previsto que el templo se inaugure el próximo 29 de junio, día del patrón, luciendo su misma imagen, pero enriquecida con los nuevos hallazgos que completan la historia de este Monumento Nacional de Chile desde el año 1951.