De ideas claras y segura de sí misma, Emilia Díaz responde con soltura tanto a preguntas personales como científicas. Por su forma de hablar, parece 10 años mayor. "Esa es la forma bonita de decirlo", ríe como lo ha hecho durante gran parte de la conversación, "también me han dicho que parezco ‘vieja chica’".
Emilia tiene 23 años y ya es CEO de Kaitek Labs, una empresa de biotecnología que ella misma fundó. Congeló sus estudios de Ingeniería Civil en Biotecnología en la UC en quinto, para dedicarse exclusivamente a un proyecto para detectar la marea roja.
Una investigación que le ha valido para entrar en la lista de los 100 jóvenes líderes en biotecnología del GAP Summit 2014 de Inglaterra y para quedar entre los finalistas en el Global Innovation through Science and Technology (GIST).
- De los 67 proyectos preseleccionados, hay cuatro de Sudamérica. Tres de Chile (el de Emilia, Novalact y Políglota) y uno de Colombia. Ganarlo, ¿significaría un respaldo más que la ilusión del premio en sí?
El premio nos valida mucho para adentro (Chile). Era lo que estaba buscando, demostrar que no salí de la universidad y he estado "parando el dedo"… Es una gran validación para Kaitek.
- El GIST te eligió entre los más de 500 postulados por tu propuesta de kit para medir la marea roja; microalgas marinas que en ciertas épocas se reproducen más de lo normal y producen neurotoxinas que provocan intoxicaciones. ¿En qué consiste?
Una especie de test de embarazo, de manera que uno puede testar el agua antes de pescar o mariscar. Se trata de una varilla con una bacteria en su interior que se coloca en el agua. Tras una hora, cambia de color: rojo si está contaminada, azul si no.
Esa bacteria es capaz de detectar cuánta toxina hay y cambia a rojo si hay más del umbral de consumo sano para la persona. Todavía está en fase de desarrollo, en la que nos apoya IncubaUC, por eso no tenemos números de efectividad.
- Existen otros dos métodos…
Sí. Los bioensayos con ratones, donde se inyecta agua y marisco molido al ratón, pero es más caro de lo que parece por temas de logística para mantener los ratones. Aparte está el tema del maltrato animal y es poco sensible, porque el ratón puede morir por otras causas que no sea esta toxina. Da falsos positivos.
Por otro lado, el HPLC (técnica basada en cromatografía líquida combinada con espectrometría de masas) es muy caro. Según el Instituto de Salud Pública, tenemos en Chile 195 puntos de muestreo y tendríamos que tener una máquina en cada uno para que esta técnica valiera la pena. Son espectaculares en la respuesta que dan, pero no es una opción realista para nosotros.
- ¿Qué te atrajo de la marea roja?
El tema lo elegí después de que tuviéramos claro que queríamos desarrollar la biotecnología a través de sensores. Buscábamos un problema social en Chile, pero económicamente rentable a nivel mundial. Así llegamos a la marea roja, un problema muy abordable desde nuestra perspectiva y que afectaba a Chile.
- ¿Por qué dejaste la carrera para fundar Kaitek Labs, donde trabajas junto con tus dos compañeros Cristóbal Aller y Felipe Varea; en lugar de seguir investigando desde la universidad?
La biología sintética, la ciencia en la que nos basamos, no se imparte todavía. Tuvimos un solo una asignatura que era como un curso de verano. La universidad en sí no tenía una línea de investigación en la que pudiéramos acoger esto. Así que decidimos hacerlo por nuestra cuenta.
Comenzamos en agosto de 2012 y, tras ganar un fondo Corfo, dejé la universidad para dedicarme fuertemente a la empresa desde junio de 2013.
- ¿Retomarás tus estudios?
Sí, pero no ahora. Yo dejé la universidad para poder dedicarme 100% al proyecto. Además, el Corfo dura tres años y, al menos durante ese tiempo, voy a estar completamente volcada en esto.
- ¿Te arrepientes de haber congelado la carrera?
En el fondo, me da miedo no tener un título ni seguridad si se me cae esto. Por otra parte, ésta ha sido una de las experiencias más entretenidas que he tenido. He podido viajar, hablar de igual a igual con investigadores internacionales como Tom Knight, uno de los padres de la biología sintética; en Suiza con el profesor de sensores bacterianos Jan Roelof Van der Meer; con Lincon McKenzie de Nueva Zelanda. Puros referentes. Entonces, el balance final es que no me arrepiento todavía.
- Esas personalidades de las que hablas, ¿se sorprendieron de tu edad?
Los que trabajan con emprendedores están más acostumbrados, pero igual era un tema, aunque no negativo. Era algo como "¡qué bien que estén haciendo ya cosas!". Esa postura más positiva se da más en el extranjero que acá. Ahora aquí me están tomando más en serio en Chile, pero afuera era un plus.
- ¿Cuáles han sido los problemas en Chile?
Acá tengo que demostrar que lo valgo. Principalmente por la edad, por no tener el título y por ser mujer. Esos han sido los tres factores que me han podido tirar hacia abajo.
- ¿Y qué te ayudó a seguir y no desanimarte?
El apoyo de mi padre. Sin él, no tendría ninguna opción de estar dedicándome a esto, tanto por el apoyo económico como emocional. Y también mi pareja, que es emprendedor y ha visto lo que es fallar. Él tiene los mejores consejos para los peores días. Sin ellos no me habría atrevido.
- Aparte de seguir desarrollando el kit para medir la marea roja y del concurso, ¿en qué piensas en el largo plazo?
Que Kaitek Labs sea un hub de innovación biotecnológica en Chile. Normalmente, cuando empiezas a desarrollar esta tecnología llega un momento en el que te dicen "ahora es momento de que te vayas a EEUU, Inglaterra…". Sin embargo, nosotros queremos dejar esto aquí y que se empiece a reconocer Chile como un país que puede hacer ciencia e innovación. Darle visibilidad a la gente, porque hay mucho talento aquí. Si Kaitek logra posicionarse internacionalmente, nos va a seguir más gente.
Para votar por el kit para detectar la marea roja que desarrolla Kaitek Labs pinche aquí.