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Expertos analizan si las ciudades chilenas están preparadas ante el cambio climático

Las reservas de agua marcan la diferencia entre las capacidades de unas y otras urbes para afrontar un incremento de las temperaturas y una disminución de las precipitaciones.

Carmen Aguilar

Jueves 9 de abril de 2015

Decía Charles Darwin que la especie que sobrevive “no es la más fuerte ni la más inteligente”, sino “la que mejor se adapta a los cambios”.  Una de las grandes transformaciones de nuestra era es el cambio climático, que afecta de manera transversal a la naturaleza, a los sectores económicos, a la salud de las personas y al estilo de vida de las ciudades. Fijándonos en este último punto y ante escenarios recientes que demuestran las alteraciones en el clima ¿están las ciudades chilenas preparadas para adaptarse al cambio climático?

“Me encantaría decirte que sí, pero no. Estamos lejos de estarlo”, confiesa el académico de la Universidad Mayor y experto en Diseño Bioclimático, Alfredo Iturriaga. “Se han dado pequeños pasos” para conseguir entrelazar el comportamiento humano con el cuidado del medio ambiente, pero la visión es aún “cortoplacista”, asegura.

Chile es un país “vulnerable”, dicen numerosos informes internacionales y corrobora el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático de la UC. Somos un territorio con tendencia a las catástrofes, con un borde costero de baja altura, zonas áridas, deterioro forestal, contaminación atmosférica alta en las urbes, tendencia a las sequías y ecosistemas frágiles.

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El cambio climático supondría un aumento de las temperaturas en todo el país hasta 2050, creciendo de mayor a menor de norte a sur. Pero también un descenso de las precipitaciones, especialmente en el “centro y sur del país”, detalla el director del Centro Cambio Global, Sebastián Vicuña; y se incrementarían los eventos extremos, como las precipitaciones torrenciales o las sequías severas.

Esto “afectará a la disponibilidad de agua”, indica, pero también “a la cantidad disponible en los ríos, provocando desbordamientos” y en las zonas costeras, donde “aumentará el nivel del mar y la intensidad de los oleajes será mayor”. Además, “estos elementos tienen efectos colaterales”, advierte Vicuña, como las consecuencias sobre el sistema de alcantarillado o el suministro energético.

El Plan de Adaptación al Cambio Climático del Gobierno añade que otros servicios, como el transporte, los sanitarios, los asentamientos urbanos, sentirán una presión adicional. Pero serán “los segmentos más pobres de la sociedad, los que a menudo se encuentran en situación de riesgo y son los menos capaces de enfrentar las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos”, detalla.

¿TODAS LAS CIUDADES CORREN LOS MISMO RIESGOS?

Las consecuencias más dramáticas podrían darse en el norte. “De Chiloé hacia el sur aumenta la capacidad de enfrentar la situación”, explica Iturriaga. El motivo son las reservas de agua. “Cuantas más reservas de agua a nivel cordillerano se encuentren, mayor será la capacidad para afrontar el problema”.

En este sentido, preservar y conservar el agua disponible y evitar el deshielo de los glaciares es uno de los puntos de actuación, pero, ¿qué hacer en el norte? Desarrollar “tecnología amigable con el medio ambiente y barata para desalinizar el agua del mar”, propone el académico de la U. Mayor.

Sebastián Vicuña señala otro punto, la prevención; “hay que generar nuevas capacidades para enfrentar un problema mayor a lo que estamos acostumbrados”. La solución es compleja y “tiene un costo asociado”, apunta Vicuña, pues habría que “evitar que la gente viva en zonas de riesgo” o “cambiar el sistema de alcantarillado”.

Ambos expertos coinciden en que las actuaciones son conjuntas y competen a academia, gobierno, empresa y la propia sociedad. “Los planes reguladores tienen que estar y respetarse”, señala Vicuña, mientras que Iturriaga hace hincapié en la necesidad de que la agenda verde se cuele en las prioridades del Gobierno.

Pero también adaptar las ciudades al cambio climático compete a las empresas. Hay ejemplos “como los grandes capitales del petróleo están invirtiendo en energías renovables”, señala Alfredo Iturriaga, quien critica que en Chile el “inversionista siente que esto es una moda ambientalista y no abordable desde el lado económico”.

 

El experto de la U Mayor propone crear un gran think tank para proteger el medio ambiente en Chile que aúne esfuerzos de los grupos que ya existen, para generar redes y nutrirse entre ellos. “Muchas veces afloran en paralelo generando pérdidas de energía”.

Sin embargo, tanto Iturriaga como Vicuña apuntan a la sensibilización ciudadana como una de las formas más efectivas de combatir y adaptarse al cambio climático. En este sentido, autoridades deben trabajar para “sensibilizar igual que se hizo para actuar en los casos de catástrofes”, señala Iturriaga, “es lo más efectivo”.

Hay múltiples experiencias de cómo iniciativas particulares adoptaron conductas ecológicas, como por ejemplo, cita Iturriaga, los paneles sociales. “Hay que generar comunidades más grandes, desde la urbe, que son las que imponen paradigmas al resto del país”, para que se asuman como habituales conductas verdes en la vida cotidiana.

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