A los 16 años, la hermana Francisca supo que su vocación era ser monja de claustro. Así, en 2002, cuando tenía 20 años, ingresó a la orden Clarisas Capuchinas.
Seis años después se ordenó como clarisa capuchina y siguió cumpliendo con sus votos de pobreza, obediencia y castidad. "Siempre fui feliz en mis claustro. Siempre dije: esto es lo mío, es lo que yo quiero", dice.
Así pasaron los años, hasta que su vida cambiaría por completo en 2012.
Dicho año, el recinto en el que vivían ubicado en pleno Centro de Santiago, necesitaba algunas reparaciones, por lo que la madre superiora autorizó el ingreso de un grupo de maestros, quienes al tiempo comenzaron a dormir en el lugar.
Francisca fue la designada para ocuparse de la alimentación de los trabajadores y fue en dicha instancia en la que conoció a Hernán Ríos, que trabajaba en las reparaciones del lugar y que aprovechó que la hermana estaba enferma para conducirla a una habitación y violarla.
La víctima ocultó el hecho, "por miedo, por vergüenza, porque hay una vergüenza que lo invade y que no deja a uno expresarse". Sin embargo, tres meses después descubrieron que estaba embarazada, noticia que fue rechazada por la institución.
"Me dijeron que yo era la culpable, más encima me calumniaron de robo, que yo lo hice a propósito. Mis hermanas fueron muy crueles conmigo", cuenta la religiosa. Luego de eso, la presionaron para que firmara su salida de la orden y de la iglesia Católica, pero no lo firmó y se fue.
Buscó refugio en una amiga y en la fundación San José para dar en adopción al menor. "He tenido que callarlo, que disimular que todo está bien. He tenido que ocultar cosas", dijo la joven.
La hermana denunció el hecho y tras la investigación, la PDI detuvo a Ríos, el que fue condenado por el delito de violación en 2015.
Ahora, la Corporación Humanas la está asesorando con una demanda civil contra el Arzobispado de Santiago y el claustro donde ocurrieron los hechos.
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