Cuando tenía dos años y medio, los padres de Ernesto Lejderman Ávalos fueron asesinados por una patrulla militar en el Valle del Elqui, en la Región de Coquimbo, en diciembre de 1973.
El niño, que permaneció algunos días en el ex regimiento Arica, de La Serena, fue entregado a un convento de monjas por el entonces capitán Juan Emilio Cheyre.
Ernesto permaneció en dicho lugar hasta el 8 de enero de 1974, fecha en que fue sacado para ser llevado a Buenos Aires, donde sus abuelos paternos.
A los 12 o 13 años, Ernesto encontró en el armario de su casa un viejo cuaderno verde. Con la curiosidad de la edad, comenzó a revisarlo descubriendo recortes de noticias que contaban los antecedentes sobre el crimen de sus progenitores.
Sus abuelos, quienes mantuvieron su custodia, habían inventado una mentira piadosa para explicar la ausencia de sus padres, diciéndole que Bernardo Lejderman (argentino) y María del Rosario Ávalos (mexicana) habían fallecido en un accidente automovilístico
Pero en realidad habían sido acribillados por una patrulla del ex regimiento Arica de La Serena, en el Valle del Elqui, escapando del cerco militar de la dictadura.
Hace cuatro años la Corte Suprema dictó sentencia definitiva por el homicidio calificado del matrimonio Lejderman-Ávalos y condenó a cinco años y un día de cárcel a los ex uniformados Fernando Polanco, Héctor Vallejos y Luis Fernández.
El ex comandante del regimiento, Ariosto Apóstol Orrego, fue absuelto por falta de participación.