La dictadura del fallecido general Augusto Pinochet tenía guardadas "dos cajas llenas de ampollas con toxina botulínica, suficientes para matar a la mitad de Santiago".
Esa fue la escalofriante confesión de la ex directora del Instituto de Salud Pública (ISP), Ingrid Heitmann, quien en conversación con la agencia DPA entregó detalles sobre estas armas provenientes del Instituto Butantan de Sao Paulo (Brasil).
Estos químicos habrían estado en poder del régimen en la década de los ochenta, justo cuando la dictadura enfrentaba protestas sociales en Chile y tensas relaciones con países vecinos.
De acuerdo a Heitmann, los peligrosos químicos estuvieron guardados en un subterráneo del ISP, a un costado del Estadio Nacional.
La misma fuente sostiene que los químicos fueron recién descubiertos en 2008, año en que fueron incinerados sin avisar al entonces Gobierno de la ex Presidenta Michelle Bachelet.
"Se podía matar a muchísimos (habitantes), pero no sé cuantos", explicó Heitmann.
"La Policía de Investigaciones fue muchas veces al ISP, pero (las cajas) no las encontró (...) No revisaron nunca el subterráneo", señaló Heitmann.
La toxina botulínica, o también llamada "botulina", es una neurotoxina elaborada desde una bacteria llamada Clostridium botulinum, uno de los venenos más poderosos que existen.
De hecho, actualmente su uso es prohibido por las Convenciones de Ginebra y de Armas Químicas.
La botulina puede producir intoxicación o envenenamiento a través del botulismo, enfermedad que causa alteraciones vegetativas (sequedad de boca, náuseas y vómitos) y parálisis muscular. Esta última puede ser mortal si afecta la función respiratoria.
La investigación del periodista Mauricio Weibel menciona que indagaciones judiciales sobre muertes de presos políticos e, incluso, la del ex Presidente Eduardo Frei Montalva dieron con documentos donde se corrobora el ingreso de estos químicos al país.